La llegada de la primavera, tradicionalmente asociada con alegría y renovación, ha dejado un sabor amargo para numerosos habitantes de nuestra ciudad. Lo que debería ser una jornada de festejo se ha convertido en una pesadilla para decenas de familias que se encontraron con la ausencia de sus queridas mascotas caninas.

El uso desmedido de pirotecnia sonora durante las celebraciones del Día de la Primavera ha desencadenado una situación alarmante. Los estruendos y detonaciones, que para muchos son sinónimo de diversión, se han transformado en una fuente de terror para los animales domésticos, especialmente los perros, cuyo sensible oído los hace particularmente vulnerables a estos estímulos.

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Las redes sociales se han convertido en un mural virtual de desesperación. Publicaciones tras publicaciones muestran las fotos de perros extraviados, acompañadas de súplicas desgarradoras de sus dueños, quienes imploran información sobre el paradero de sus fieles compañeros. La solidaridad ciudadana no se ha hecho esperar, con numerosos vecinos compartiendo avistamientos y ofreciendo ayuda en la búsqueda.

Paralelamente, se ha registrado un aumento significativo en los reportes de ciudadanos que han encontrado canes desorientados y atemorizados deambulando por las calles. Estos “buenos samaritanos” se han movilizado para brindar refugio temporal a los animales extraviados, mientras utilizan las plataformas digitales para intentar localizar a sus propietarios.

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Expertos en comportamiento animal señalan que el miedo inducido por los estruendos puede llevar a los perros a huir sin rumbo, recorriendo grandes distancias en su pánico, lo que dificulta enormemente su localización. Además, advierten sobre los posibles traumas psicológicos que estos episodios pueden causar en las mascotas, incluso después de ser reunidas con sus familias.

Esta crisis pone en evidencia la necesidad de una mayor conciencia social sobre el impacto de nuestras celebraciones en el bienestar animal. Se hace imperativo un debate serio sobre la regulación del uso de pirotecnia sonora, no solo por el bienestar de las mascotas, sino también por el de otros grupos vulnerables como niños pequeños, ancianos y personas con condiciones de salud sensibles al ruido.