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Mercedes y San Andrés de Giles: dos universos casi paralelos

El intendente de San Andrés de Giles anunció en estos días un parate casi total de todas las actividades debido a un rebrote de coronavirus que atribuye, principalmente, a la actividad de los jóvenes entre 15 y 40 años, a quienes consideró “los mayores agentes trasmisores del virus”. En nuestra ciudad, a solo 24km, la realidad parece ser diferente.

Por Equipo de Redacción MercedesYA
Mercedes y San Andrés de Giles: dos universos casi paralelos

El Covid-19 ya no es novedad para nadie. No debe existir una sola persona en la faz de la tierra que no sepa de que se trata, y que hay que hacer para evitarlo (o intentarlo), y cuales pueden ser las consecuencias de “pescárselo”.

El coronavirus ya forma parte de nuestra vida cotidiana. Muchos se levantan pensando en el coronavirus y se van a dormir con la misma idea en la cabeza: “coronavirus, coronavirus, coronavirus”. Y para no pocos, la nueva normalidad, que en un comienzo era anormal, ya empieza a parecer tan normal como la normalidad de antes. Es un hecho: le han perdido miedo al “bicho”. Y más que eso, le han perdido hasta el respeto. Solo es necesario dar una vuelta por la ciudad, no importa el barrio, para comprobar que los vecinos van con sus barbijos bajos, si acaso lo llevan, respetan poco y nada la distancia social, inclusive ya se puede ver esta situación en algunas personas que están al frente de un comercio, poniendo en riesgo a sus clientes, que hartos también, ya no discuten con nadie si se lo tiene que poner o no.

Cuando hace un par de meses la cantidad de contagios mermó lo suficiente como para tomar un poco de coraje y burlar a la cuarentena, y a través de un comité de crisis que se formó al comienzo de la misma, se dispuso, con el aval del intendente, que era posible disfrutar de un café, por qué no de una cerveza con algunos platitos que acompañen, o inclusive, toda una cena, en alguno de los lugares tan lindos que tiene la ciudad y que ofrecen este tipo de servicio gastronómico. Una experiencia que muchos extrañaban, tan necesaria, no solo para quienes pueden disfrutar de ese momento, sino también para la economía del propietario del establecimiento, que tuvo que soportar el que seguramente fue el peor momento económico de su vida, durante meses, sin ventas, pero con los mismos gastos de siempre.

Eso si, para poder disfrutar de esa experiencia culinaria, la condición fue: en la vereda, con distanciamiento. Y lo cierto es que fue amplio en un comienzo el respeto por estas normas. La mayoría de los bares y restaurantes de la ciudad implementaron inclusive un menú electrónico a través de una aplicación que uno se baja al celular para no tener que tocar el menú o la carta y ofrecieron siempre alcohol en gel en todas las mesas. En un comienzo, para garantizar que no hubiese mucha gente amontonada, hasta había que “sacar turno” a través de la página del municipio. Finalmente se encontró un equilibrio para que los bares y restaurantes pudieran funcionar, pero no por esto poner en riesgo la salud de los mercedinos.

Pero el tiempo pasó y durante los últimos días cualquiera ha podido comprobar que los bares están repletos, pero ya no con la gente en sus veredas, dado que los parroquianos ya se animan a entrar, apretados, muy juntos, bailando, y también cantando a viva voz para beneficio, lamentablemente, del “bicho”.

Pero no es exclusivo de los bares. En el mismísimo centro de la ciudad, uno puede hasta comer una pizza sentado, adentro, y con aire acondicionado. Todo lo que el protocolo prohíbe.

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A medida que el año fue llegando a su fin, y tras el hartazgo de 9 meses (un parto) de una cuarentena que comenzó por dos semanas, que quincena tras quincena se fue prolongando casi hasta el infinito y hasta no hace tanto, que cambio incluso de nombre y paso de ser ASPO a DISPO, ese hartazgo le fue ganando al miedo, y se convirtió en coraje, que por desmedido podría verse también como imprudencia.

Lo de “DI” de DISPO es por “distanciamiento”. Los profesionales de la salud recomiendan entre 1.5 a 2 metros, además del uso de barbijo. Eso, hoy, aunque poco respetado, está vigente.

Para los próximos días las redes sociales anuncian fiestas que parecen serán multitudinarias. Habría que avisarle a Lola Latorre que puede venir a cualquiera de estas, porque ninguna parece ser clandestina. Fiestas donde parece imposible controlar distancia, uso de barbijo, y toda la batería de medidas que ya conocemos, o deberíamos, desde hace un buen tiempo.

Un hecho que sorprende, sobre todo, porque contrasta con la decisión tomada en la vecina ciudad de San Andrés de Giles, que parece existir en un universo paralelo, donde sus jóvenes permanecerán este 24 de diciembre, pasada la medianoche, en sus casas. Una decisión del intendente de aquella ciudad, motivada por un aumento de casos de Covid-19, y tras entender que se debió a las salidas y “juntadas” de los jóvenes, que, aún siendo asintomáticos, se contagiaron y fueron el vector que llevó “el bicho” a sus mayores, que la pasan un poco peor.

Mientras aquí bailaremos ellos dormirán. O tal vez recorran los 24 kilómetros que nos separan para disfrutar de la gran noche mercedina. Quien sabe.

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