1º de mayo de 1974: la ruptura entre Perón y Montoneros que allanó el camino al terrorismo de estado

El 1º de mayo de 1974, durante el acto oficial por el Día del Trabajador, Juan Domingo Perón protagonizó uno de los momentos más tensos y simbólicos de su último gobierno. Ante una multitud que colmaba la Plaza de Mayo, el líder peronista no solo celebró el día del trabajo, sino que dejó al descubierto una grieta ya insostenible dentro de su propio movimiento.
Ese día, las columnas de Montoneros y de la Juventud Peronista revolucionaria hicieron oír sus cánticos críticos contra el rumbo del gobierno, apuntando contra figuras como Isabel Perón y en memoria del sindicalista José Ignacio Rucci, asesinado meses antes. Perón no tardó en reaccionar desde el balcón: “Esos estúpidos que gritan... no hacen más que demostrar su falta de madurez”, los tildó de “imberbes” y los enfrentó de manera directa. La respuesta fue inmediata: miles de militantes decidieron retirarse de la Plaza en señal de rechazo. Aquella imagen, con las columnas jóvenes abandonando el acto oficial, se convirtió en símbolo del quiebre definitivo entre Perón y una parte importante de su base política.

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Lo ocurrido ese 1º de mayo no fue un hecho aislado, sino el inicio de un proceso que llevaría al país a una de las etapas más oscuras de su historia. Aquel acto marcó la fractura definitiva del movimiento peronista, dejando aislada a la juventud militante y consolidando en el poder a los sectores más conservadores del sindicalismo y la burocracia política.
A partir de allí, y con mayor fuerza tras la muerte de Perón dos meses después, se desató una escalada represiva encabezada por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), organización paraestatal creada desde el propio aparato del Estado, que persiguió, secuestró y asesinó a militantes de izquierda, sindicalistas combativos, estudiantes e intelectuales. La represión interna, primero selectiva, se transformó rápidamente en una política sistemática.

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El debilitamiento de Isabel Perón como presidenta, sumado al caos económico, la creciente violencia política y la falta de conducción efectiva, terminaron de preparar el terreno. En ese contexto, el golpe militar del 24 de marzo de 1976 se presentó ante una parte de la sociedad como una salida al desorden, aunque pronto mostraría su verdadero rostro: terrorismo de Estado, censura, persecuciones y la desaparición de personas.
En retrospectiva, el 1º de mayo de 1974 puede leerse como un preludio del golpe. Aquel día quedó al descubierto que el peronismo ya no podía contener sus contradicciones internas, que la política comenzaba a militarizarse peligrosamente y que el Estado estaba siendo cooptado por sectores dispuestos a imponer el orden por la fuerza. El conflicto que no pudo resolverse en democracia terminó abriendo la puerta a la dictadura más sangrienta de la historia argentina.


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