MercedesYA

guardia de lujanesteban marcelo

REGIMIENTO MEC.6 GRAL VIAMONTE

3ra SECCION DE LA COMPAÑIA “B”

Por Walter Castro

“EL COMBATE DE LA INFANTERIA TIENE SU PARTICULARIDAD, PORQUE AISLADO Y EN SOLEDAD, UNO PUEDE VER LA CARA DE QUIEN LO VIENE A MATAR Y EN ESOS MOMENTOS, SOLO DIOS ES AYUDA Y TESTIGO”
(De un héroe de nuestras Islas Malvinas)

LA 3RA SECCION DE LA COMPAÑÍA DE INFANTERÍA “B” DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA MECANIZADO 6 “GRL VIAMONTE”
“UN COMBATE MUY DURO EN UNO DE LOS SECTORES MAS DIFICILES”
* Por el Teniente Coronel VGM Esteban Vilgré La Madrid

El primero de Abril había sido cansador y en la noche los soldados de la Clase 1962 montaban guardia en los campos de la “Colonia Olivera“, mientras en el vivac, los nuevos Soldados Conscriptos finalizaban su instrucción nocturna. Desde el Puesto de la entrada, los Soldados Guanes, Todde y Minutti disfrutaban de un momento de descanso, pocos circulaban a través de la “calle de los Plátanos” que unía la Ruta Nacional Nro 5 con el vivac del Regimiento; los sonidos iban muriendo y la noche era solo interrumpida por el “crack crack” de los fusiles al ser comprobados o algún zorro en la lejanía… se acercaba la baja y ese era el tema de conversación. Eran los últimos, los primeros habían partido y en Mercedes, Lobos, Navarro, Luján, General Rodríguez y muchas otras localidades bonaerenses ya se encontraban nuevamente como ciudadanos… sí, había sido un año duro, de instrucción intensa; premonitoriamente la Jefatura del Regimiento había sido muy exigente en ese aspecto. El Oficial de Operaciones, el Mayor Jaimet siempre les decía que frente a un enemigo, cara a cara, no habría excusas, ni desaliento o falta de fe, serían uno u otro… pero eso ya quedaba atrás, finalizaba la conscripción y pronto regresarían a casa….

Este año sería imborrable en sus recuerdos y sus vidas, pero lejos estaban de saber cuanto. Habían aprendido a amar y servir a la Patria: unos se habían formado en sus primeras letras dentro de las aulas de la Escuela Primaria del Regimiento, otros habían reforzado enseñanzas inculcadas en sus hogares, habían aprendido que nuestra Nación y sus valores se defienden con un arma, pero también siendo honestos, trabajadores, buenos ciudadanos… Así lo habían jurado con la fuerza del bramido del puma, el 20 de Junio en Chivilcoy, frente al Pabellón Nacional que portaba el Subteniente Arroyo Arzubi, abanderado del Regimiento

Aún no había amanecido cuando un movimiento inusual se vivía en el cuartel del Regimiento en la ciudad de Mercedes, todos volvían presurosos de su franco y los centinelas del “Puesto de entrada”, Polizzo, Adorno y Becerra, -próximos ya a su relevo- se enteraron que “habían recuperado las Malvinas”. ¿Las Malvinas? ¿Esas islas del sur que en la Escuela les enseñaron a amar? Pero… ¿no las tenían los ingleses?...

A partir de allí todo se sucedió muy rápido, volvieron a ver a sus compañeros de baja quienes, como cuentas de Rosario, se fueron presentando en altísimas proporciones llamados por el sagrado deber. Pese al secreto, pronto se anoticiaron que partirían para las islas o a “algún lugar en el sur”. Así, la Compañía de Infantería B “Peribebuy” (en homenaje a los infantes del mismo Regimiento que se batieron en ese combate, en los esteros paraguayos, un siglo atrás), hasta ese momento la única que marcharía, fue completando sus efectivos; hasta Marcelo Di Sciulo, el Soldado del Casino de Oficiales estaba allí!!!; Lejos estaban de imaginar que serían protagonistas de los combates mas encarnizados y de constituir la última fracción de la Infantería del Ejército en batirse contra el enemigo en momentos previos a la rendición… no sin antes haber agotado la munición o vendiendo cara su vida!!!

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Fugazmente pasaron la interminable y aburrida inspección en el Regimiento de Infantería 3 de la Tablada; las noches embalando el equipo en la cuadra de la Subunidad; la preparación de la carga marítima; las recomendaciones del Encargado de la Compañía, el Sargento 1ro Pitrella; la seguridad y aplomo que transmitía el carismático Jefe de Compañía Tte 1ro Abella… Así, nuestros jóvenes soldados que solo unos días atrás se encontraban de guardia en Olivera, se veían a bordo de dos camiones MB 1114 y dos Unimog 416 - con un nuevo Jefe de Sección, el Subteniente “En Comisión” La Madrid, hasta horas antes cadete de IV año del Colegio Militar - cantando, alborozados, rumbo a la Base Aérea de El Palomar, bajo el aplauso del pueblo de las ciudades ubicadas a lo largo de la ruta, que saludaban su paso.

La estadía en El Palomar previa al vuelo fue cargada de emoción y adrenalina; las distintas fracciones desplazándose a sus lugares de reunión y embarque, la espera en el hangar; alguna llamada de despedida a una novia desde el cuartel de los bomberos de la base; el olor de la combustión del JP1 de los motores de los aviones que bramaban al despegar, los gritos de los jefes de Grupo tratando de mantener el orden (el Sargento Echeverría con su vozarrón, la tonada mendocina del Cabo 1ro Zapata o la litoraleña serenidad de los Cabos Palomo y Fernández).

Pronto todo el bullicio fue dando lugar al sonido monocorde de las turbinas del avión y el silencio de las alturas; algunos dormían, unos como Segovia, Strizzi y Bordón recordaban a sus seres queridos, ¿Cuándo los volverían a ver?; otros como Gómez, Roldán y Ramos bromeaban en voz baja… pero todos sentían la excitación del honor y responsabilidad que significan defender nuestra Patria; comprendían la importancia del largo año de entrenamiento y el porque de tanta exigencia en el campo de instrucción… se preguntaban si el Teniente Coronel Halperin, Jefe del Regimiento, habría sospechado el desafío que ahora debían enfrentar… Así, con la tranquilidad de quien sabe hacer su trabajo, la 3ra Sección marchaba rumbo a la guerra… y la gloria.

Poco a poco la oscuridad y el silencio fueron ganando la aeronave hasta llegar a Río Gallegos donde el cambio de avión fue precedido por un caliente mate cocido con leche y pan servido por los camaradas de esa Guarnición Militar para, ahora sí, marchar definitivamente a las Islas Malvinas. ¡Al fin! Las islas a un paso, cuántos argentinos envidiaban estar en su lugar, qué orgullo sentirían sus familiares y cuanta responsabilidad depositada por el Estado en sus fuertes espaldas. Así en poco tiempo, las luces del Aeródromo de Puerto Argentino se divisaron en la lejanía y un aterrizaje más que violento por lo corto de la pista les anunció que era la hora de la verdad, la 3ra Sección había llegado para hacerse sentir.

El combate del infante posee una característica, obedece a técnicas sencillas pero requiere una gran creatividad, coordinación y sincronización. Un combatiente puede prepararse en poco tiempo pero una fracción de infantes con mayúsculas requiere algo mayor: “el espíritu del Infante” que le dará precisión letal; el jefe sabe que debe lograr que sus hombres den la vida en el cumplimiento de la misión y solo lo logra por medio del ejemplo personal y el afecto, y sus hombres saben que lo harán a través del entrenamiento duro; eso les crea una sensación de “Unidad” en el verdadero sentido de la palabra, los lleva a sentirse invencibles, al desprecio heroico de la propia vida (sin ser temerarios), y transforma a sus integrantes en un cerrado núcleo de hermandad bajo la palabra “camaradería”. Así, un soldado que no posee ese espíritu será un combatiente… mas no un ¡INFANTE!. El Regimiento de Infantería 6 poseía ese espíritu y la 3ra Sección lo transformó en algo trascendente y contagioso a medida que pasaron los días. No había ningún hecho (bueno o no tanto), que no tuviese el sello de alguno de ellos…

Una vez desembarcada, la Sección realizó una agotadora marcha con todo su equipo hasta un depósito de munición británico en cuyas inmediaciones instaló un vivac provisorio. Allí ocurrió un hecho fundamental para ellos: su Encargado tuvo que ser reemplazado contra su voluntad por cuestiones de salud e ingresó en s

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