El gobierno del Banco Central, los últimos días de los Fernández
Por Jorge Altamira.
El gobierno nacional ha perdido el control de la política económica. Ya la había transferido al FMI y su comisión de control, ahora al Banco Central. El BCRA, sin embargo, no tiene la autoridad legal y política para determinar la política económica, ni tampoco la capacidad financiera, por su patrimonio es negativo y su deuda impagable. La mentirosa independencia del gobierno que proclama la Carta Orgánica del Banco Central, se ha transformado en su contrario - en la subordinación real del primero al segundo.
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El “dólar-soja” no pasa de un eufemismo. El capital financiero que arrienda los campos para producir el poroto es invitado a acompañar una operación financiera de dudosísimo sustento, esto porque el Tesoro nacional como el BCRA se encuentran en cesación de pagos, o sea en bancarrota. Lo muestra la exclusión de esta operación de los otros cultivos de exportación. Políticamente, sin embargo, estamos ante una maniobra devaluatoria, como lo demuestra el seguro de cambio para los sojeros, que acompaña todo este dislate. El capital agrario seguirá sentado sobre sus silobolsas, aprovechando la financiación que obtiene de los bancos nacionales a una tasa de interés negativa.
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Estamos ante “los últimos días de Pompeya”, aunque de la envergadura de la mediocre politiquería nacional. Sergio Massa se precipita sobre los despojos que ayudó a construir, con la expectativa de encarar una devaluación en regla del peso, con el apoyo que dice contar de un ignoto capital norteamericano. Lo que ha conseguido es, sin embargo, es que se destape un rival – el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich. No solamente Alberto sino también Cristina Fernández han perdido el control de la gestión oficial. Ahora tienen que enfrentar el ridículo de pedir a su tropa que no vaya a la clausura de la exposición ganadera en La Rural, luego de haberlos incitado a que lo hicieran. La CGT tendrá que desandar el camino de protestar contra “los formadores de precios”. La anarquía del oficialismo es un bocado de cardenal para que estos ‘formadores’ sigan remarcando precios, como lo están haciendo, por otra parte, en todo el mundo.
La clase obrera debe hacer oír su planteo político ante este desbande, mediante un Congreso Obrero y una huelga general. Los partidos del capital incitan en cambio a un “estallido”, como lo han hecho en el pasado, para propinar una derrota política a los trabajadores.
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