Un carpincho suelto, una vecina alerta y un final feliz en el barrio

Cada mañana, María barre su vereda como quien revisa el diario del barrio. Mientras arrastra la escoba por la ochava de 12 y 41, no solo levanta hojas sino también historias. Esa mañana, sin embargo, el relato superó cualquier crónica barrial. Frente a su casa apareció un carpincho que, entre confundido y lastimado, caminaba a los tumbos por la calle. El mate con su amiga Verónica quedó a un lado: la escena requería atención inmediata.
María vio cómo el animal se detenía a mitad de cuadra, mientras un par de hombres en la esquina, a los que prefiere no nombrar pero señala con una ceja, parecían tener planes poco nobles. “Tenían una intención oscura”, comenta. Aunque no queda claro si planeaban atraparlo o algo peor, la sospecha fue suficiente para ponerla en guardia.

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La tensión creció cuando uno de ellos intentó la captura con un lazo. Pero el carpincho no se dejó y escapó a los tumbos. Fue Verónica, la amiga de los mates, quien con determinación logró quitarles el lazo y contener, al menos por un rato, la situación. El animal, herido posiblemente por perros y claramente alterado, terminó refugiado en el patio delantero de la casa de María, donde pareció encontrar un poco de paz en medio del caos.
Sin saber bien a quién recurrir, María llamó al 911. De allí la derivaron a Defensa Civil y, poco después, a la Secretaría de Seguridad. Llegaron varios agentes que, según María, “con una paciencia china”, lograron contener al carpincho sin alterarlo aún más. Sin embargo, el mayor peligro no era la presencia del animal, sino su imprevisible cruce de calle: iba y venía por la avenida 12 como si no existiera el tránsito, poniendo en riesgo su vida y la de los conductores.
“No era que querían atraparlo para molestar, era necesario que no termine hecho pedazos”, explicó María, que no deja de reconocer el temple de quienes se encargaron de atraparlo. Al parecer, el animal ya había sido visto en otras zonas del barrio, pero hasta ese momento nadie se había animado a intervenir.
Finalmente, fue trasladado para su liberación en una zona segura, lejos del pavimento y las veredas. “Dicen que va a estar suelto por el Balta”, comenta María, con una mezcla de alivio y resignación mientras observa su patio, ahora decorado con marcas imposibles de ignorar. “Impresionante lo que dejó… el patio cagado por un carpincho”, resume, entre risa y desahogo.

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En una ciudad donde las noticias suelen venir de autos mal estacionados o cortes de luz, un carpincho herido fue el protagonista de una jornada que difícilmente olvidará el vecindario. María, como todos los días, seguirá barriendo su vereda. Pero ahora, con la certeza de que nunca se sabe lo que se puede encontrar al mirar la calle.


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