SE CUMPLEN 20 AÑOS DE DEMOCRACIA ARGENTINA
El presidente Néstor Kirchner llega a este 10 de diciembre, fecha del inicio de su verdadero mandato, con la decisión de conformar una estructura política propia que lanzará el año próximo, pero sobre todo con el desafío de consolidar el crecimiento económico, acordar con los acreedores externos, bajar los niveles de inseguridad y fundamentalmente encontrar una salida a las demandas de una sociedad que vive debajo de la línea de la pobreza, y que se expresa a través de la protesta piquetera.
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La lucha contra el desempleo y la pobreza, la recuperación económica, el atraso salarial, la renegociación de los contratos con las privatizadas y una nueva ley de coparticipación federal que deberá acordar con las provincias asoman como las cuestiones clave que dominarán la agenda del Gobierno durante el año 2004.
La conflictividad social obligará también a Kirchner a definir qué actitud tomará frente al sector piquetero más radicalizado, una cuestión espinosa que ya produjo algunos chispazos en el sordo enfrentamiento entre el presidente y su antecesor, Eduardo Duhalde.
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Kirchner dedicó estos primeros seis meses y medio de gestión a construir poder propio, a través de su proyecto político transversal, y consiguió también una fuerte adhesión en la opinión pública que hoy ve con muy buenos ojos muchas de las medidas del Gobierno, especialmente las dirigidas a erradicar la corrupción de la estructura del Estado. De todos modos, el escenario de esta Argentina es mucho más complejo, y por lo tanto requiere de decisiones firmes y profundas.
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Hoy debería terminar su mandato Fernando de la Rúa, pero dejó el sillón de Rivadavia con el estallido de la crisis de diciembre de 2001. Hoy tendría que terminar entonces la gestión de Eduardo Duhalde. Pero también lo dejó inconcluso, porque decidió adelantar las elecciones cuando el malestar social, ante la falta de respuestas oficiales, comenzaba a escapársele de sus manos.
Atrás quedaron la hiperinflación, la Convertibilidad y la posterior devaluación, y estos pasajes que ya son historia, complementados con varios condimentos del neoliberalismo más salvaje, dejaron a más de la mitad de los argentinos sumergidos en la pobreza, al mercado interno desinflado, y a la industria nacional devastada.
Allí están los grandes desafíos de Kirchner, que tiene a mano la posibilidad de ser recordado como el Presidente que después de 20 años de democracia devolvió al país las condiciones que merece tener.
De hecho, que Kirchner inicie hoy su nuevo período de gobierno a seis meses y medio de haber asumido la Presidencia no es un mero capricho del calendario, sino las más palpable demostración de las dificultades que enfrenta la bendita democracia argentina.
A dos décadas de su llegada es necesario mirar, tal vez más que nunca, bien hacia adentro. Es cierto que el Gobierno tiene por delante una ardua y dificultosa negociación de la deuda en default con los acreedores privados, y que deberá rendir cuentas al FMI por las reformas en materia impositiva y bancaria comprometidas en el último acuerdo firmado con ese organismo internacional.
Pero fundamentalmente hay que saldar la deuda interna. Esa que ha convertido al país en una verdadera fábrica de pobres. La misma que genera no sólo exclusión, sino también inseguridad. La que necesita una solución urgente porque impide que la palabra democracia se escriba con mayúscula
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