Se crearían estampillas inteligentes para evitar el antrax
En un esfuerzo por eliminar amenazas terroristas como la del ántrax, que llega a través de la correspondencia, el Correo de Estados Unidos está analizando la posibilidad de utilizar “estampillas inteligentes” que permitirían rastrear e identificar a los remitentes.
Entre las sugerencias presentadas por el Comité sobre Reforma Gubernamental (Committee on Government Reform), encargado de supervisar al Correo (USPS), hay una que exigiría la identificación de los clientes en el momento de comprar las estampillas e impediría prácticamente el envío de cartas anónimas.
Las cartas portadoras de ántrax que mataron a varias personas después del 11 de septiembre costaron en definitiva al Correo unos 5.000 millones de dólares en daños a equipos, procedimientos de descontaminación y lucro cesante. La repartición está luchando ahora para protegerse contra ataques en el futuro.
“El Correo se ve acosado por amenazas imprevistas”, dijo el diputado Henry A. Waxman (Partido Demócrata, California), miembro del comité por la minoría. “Los bioterroristas intoxican con ántrax a ciudadanos inocentes aprovechándose del anonimato de la correspondencia.”
Waxman propone la implementación de una “estampilla” bidimensional con código de barras, en la cual figure la identidad del remitente, la fecha, hora y lugar del envío. Desde luego, todavía es necesario discutir los detalles de su propuesta: su costo y el efecto que podría tener sobre las máquinas expendedoras de estampillas.
Un vocero del Correo se negó a hacer comentarios sobre la propuesta pero admitió que la repartición “está analizando casi todo lo que hay en el mercado” para aumentar la seguridad. Agregó además que las tecnologías de clasificación -como los códigos de barras- podían implementarse sin aprobación previa del congreso.
El Correo norteamericano respondió a la contaminación con ántrax irradiando la correspondencia pero hay muchos que, como Waxman, opinan que ese método no es suficiente. Como los equipos de irradiación son caros, sólo se han instalado en unas pocas sedes del servicio postal. El grueso de los 680 millones de cartas que pasan por día por el Correo no está sometido a proceso de descontaminación alguno.
La irradiación, proceso mediante el cual se bombardea el objeto con electrones de alta energía que desintegran el ADN de las bacterias y las matan, se utiliza habitualmente para esterilizar algunos alimentos, como la carne. Pero puede dañar los circuitos electrónicos, revelar las películas fotográficas y debilitar el efecto de los medicamentos, dijo Maynard H. Benjamin, presidente de la Asociación de Fabricantes de Sobres (Envelope Manufacturers Association), organismo que nuclea al 93 por ciento de los fabricantes de los sobres que circulan por Estados Unidos.
Benjamin mantuvo algunas reuniones a puertas cerradas con personal del Correo y con Waxman a lo largo de este mes para analizar las posibles medidas de seguridad. Sugirió la utilización de las “huellas digitales de la fibra”, método que permite identificar la correspondencia por las características únicas de cada trozo de papel.
Sin embargo, el objetivo final de la tecnología que adopte el Correo es la identificación del remitente.
“Piensen en Federal Express o en UPS: las amenazas dentro de ese sector fueron mínimas porque todo lo que trasladan puede identificarse y rastrearse”, dijo Benjamin.
Los defensores de las libertades civiles y la privacidad argumentan que este tipo de identificación asfixiará a los que pretendan hacer denuncias contra la corrupción y criticar al gobierno. Además, según ellos, puede salir el tiro por la culata.
“Tendremos los mismos problemas de fraude que se presentan ahora con los documentos de identidad y las tarjetas de crédito”, dice Lauren Weinstein, moderador del Foro por la Privacidad (Privacy Forum). “Es que, hecha la ley, hecha la trampa. ¿Qué pasará si nos roban las estampillas y uno se ve complicado en algo con lo cual no tuvo nada que ver?”.
Por otra parte, según Weinstein, la propuesta podría ser perjudicial para la precaria situación financiera del Correo porque provocaría un éxodo de clientes hacia el correo electrónico aún mayor que el que ya se ha
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