Nuevas Políticas Económicas
Este fue el mensaje presidencial:
“Queridos argentinos, llevamos años de profunda recesión y estamos al límite de lo que podemos resistir. Tenemos una deuda que nos ha dejado estancados desde hace décadas. Sin credibilidad, sin crédito y sin crecimiento. Pero tenemos la voluntad de cambiar.
Desde todos los sectores políticos y económicos se venía pidiendo generar las condiciones para tratar la deuda pública. Esas condiciones se están dando en el plano internacional, donde hay comprensión y predisposición a apoyar a nuestro país y resolver nuestro problema de fondo.
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Pero somos nosotros, la dirigencia nacional argentina, políticos, sindicalistas, empresarios, periodistas, los primeros que tenemos que reaccionar a favor de nuestros intereses. Pues si no logramos solucionar este enorme problema, no tendremos dinero para los planes sociales, las políticas de reactivación, la modernización de la educación, la vivienda.
Convoco pues a toda la dirigencia política; a quienes están de un lado o del otro, para que comprendan que es necesario su apoyo para el plan que estamos presentando. No es el plan de un gobierno, es el plan de la Argentina.
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Algunos aún no perciben la gravedad del momento que vivimos. Sin un amplio consenso nos será difícil mejorar nuestras perspectivas negociadoras con los organismos internacionales.
La deuda argentina es producto de la acumulación de malas decisiones de las que la gran mayoría de los dirigentes nacionales de una u otra forma somos parte. No hay nadie que pueda sentirse al margen de la situación, ni hablar como si no tuviera una cuota de responsabilidad o hacerse el distraído. Aceptar con humildad la responsabilidad compartida es ya un paso en la buena dirección.
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Todos contribuimos del algún modo a generar la deuda que hoy nos asfixia, la hemos generado y la hemos gastado entre todos, y entre todos tenemos que resolverla.
En los últimos días, he revisado propuestas y alternativas de los más diversos sectores. Sé mejor que nadie de las urgencias y presiones para que el país y el mundo conozcan las medidas y sé también que la coherencia es fundamental.
Estos días fueron decisivos para definir un paquete de medidas que afronten y resuelvan los problemas estructurales que tenemos. Pero había que encararlos a todos. Porque todos están encadenados entre sí. Tenemos que resolver conjuntamente la crisis social, la crisis fiscal, la crisis financiera y la crisis de la recesión, dotando al Estado de la fuerza y la estructura que necesita para ello.
En primer lugar están las medidas sociales que configuran lo que será un nuevo contrato social entre el Estado y los argentinos con necesidades básicas insatisfechas. Su objetivo primario es la inclusión de los excluidos, recapturando y catapultando el rol del Estado como protector de los más débiles.
Hay un sector muy grande de la población que necesita respuestas inmediatas. Sectores que sufren el desempleo, las inundaciones, el hambre, niños que no van a las escuelas, jubilados que no tienen la asistencia básica y ancianos que están fuera del sistema y que no tienen una mínima jubilación. Simplemente para la burocracia no existen. Ellos también van a recibir mensualmente los beneficios del plan. En términos sociales las medidas son absolutamente revolucionarias porque hacen de la solidaridad una política de Estado.
No quiero que la asistencia social sea considerada como una dádiva, es un derecho establecido para los que menos tienen o no tienen nada. Comenzaremos por las familias que hoy viven con ingresos inferiores a mil pesos. Casi 5 millones de niños y más de 500.000 abuelos serán los beneficiarios de esta transformación que vendrá a reparar años de desprotección de la familia Argentina.
En segundo lugar está el conjunto de las medidas fiscales. Hoy la Argentina es un país sin crédito. No hay plata para la Argentina. Ni los bancos nacionales, ni los extranjeros, ni los organismos oficiales de crédito nos prestan plata. ¿Por qué? Por nuestra deuda, que venimos haciendo crecer irresponsablemente desde hace muchos años. Durante mi gestión la congelé, pero el monto y el peso de los intereses son un lastre que está impidiendo el despegue.
A nuestra situación, se agrega hoy una coyuntura internacional desfavorable por la tragedia ocasionada por el terrorismo.
Por eso cuando alguien le diga que no acepta el déficit cero, está pidiendo un cambio que se traduce en pedir plata prestada para equilibrar cuentas. Como esto no es posible, porque no nos prestan, le está mintiendo. Al que le proponga apartarse del déficit cero pregúntele también dónde consigue la plata y verá que es un engaño.
La Argentina no tiene otra elección. En esto no puede cambiar el camino emprendido. La única política fiscal posible es la de repartir equitativamente lo que producimos y recaudado por nosotros mismos. Administrar nuestros propios recursos garantizando el derecho de los ciudadanos. Haciendo todo para evitar afectar a los jubilados y garantizar la salud y la educación. Y esto se logra bajando el gasto superfluo del Estado y aumentando los ingresos al combatir la evasión y el contrabando.
No es tiempo para detener las reformas del Estado, ni para ñoquis, ni para resistirse a bajar el gasto político. Hoy bajar el gasto del Estado es hacer política social, porque significa liberar recursos para repartir entre los que más lo necesitan.
Continuaremos con los esfuerzos destinados a tener un Estado más eficiente en áreas claves, como la recaudación tributaria, la regulación de servicios públicos y la obras sociales.
He decidido darle a la AFIP, el organismo recaudador de impuestos, una mayor autarquía. Esto le permitirá mecanismos más ágiles y hacer una mejor inteligencia fiscal. Y a su personal, beneficiarse con el aumento de la recaudación ya que los ingresos crecerán en proporción.
En paralelo estoy creando un sistema especial para la recaudación de la seguridad social. Apuntamos a utilizar de una manera más integral todas las posibilidades que brinda la bancarización del sistema de pagos de salarios, facilitando los procedimientos para las empresas y la detección de los evasores.
Esta reforma requiere mucha flexibilidad y capacidad de gestión. Y a través de un nuevo ente generaremos las condiciones para que las AFJP, las ART y las Obras Sociales trabajen de manera mancomunada en la lucha contra el empleo en negro.
En materia de Obras Sociales he dispuesto la actualización del padrón de beneficiarios, la implementación eficiente de la libre elección del afiliado y el apoyo a la reestructuración de las Obras Sociales en crisis.
Continuaremos con el proceso de reforma del Estado y desregulación, para que quede completado al finalizar el período de delegación de funciones legislativas que me concediera el Honorable Congreso de la Nación.
El plan contempla una serie de medidas fiscales y de reformas estructurales que les estoy proponiendo que las asumamos todos los dirigentes con sensibilidad social. El consenso apura los tiempos, garantiza resultados y evita innecesarios perjuicios a la gente.
El tercer problema que debemos resolver es el que se da en el frente financiero. Tenemos que bajar la incidencia de la deuda con sus intereses. Tenemos que lograr que la carga de la deuda sobre nuestros presupuestos públicos baje sensiblemente. Para ello, vamos a ofrecer nuevas garantías para que los tenedores de nuestra deuda pública se vean seducidos a una reestructuración ordenada, generando más seguridad sobre los títulos y bajando el costo de los intereses que pagamos todos los meses.
Los que proponen no pagar la deuda, sencillamente proponen quebrar a la Argentina.
Vamos a ser un país sin futuro si no somos capaces de cumplir los compromisos adquiridos. El mundo no acepta conductas que deshonran compromisos, sin penalizarlas fuertemente.
Esto queda claramente demostrado a través de mi decisión para que nadie si
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