Gioscio define la erradicación de los quinchos como su gran obra aunque reconoce que hoy lo pensaría
El próximo sábado no solo se recuerda un aniversario más del primer gobierno patrio, sino que también figura en las efemérides una fecha significativa para la historia de Mercedes. Un 25 de mayo de 1973, el actual Intendente Julio César Gioscio, asumía por primera vez como Jefe Comunal de este pueblo. Recordemos que hace pocas semanas, tuvo lugar un homenaje por los cuarenta años de su primer triunfo electoral. No obstante, tras obtener la victoria en los comicios de 1962, su asunción no fue posible. Sin embargo la política le depararía revancha, y en los comienzos de la nefasta década del 70, el cirujano obtenía un nuevo apoyo popular, para asumir ese día de mayo.
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Su primer período no pudo ser finalizado. El golpe Militar del 24 de marzo de 1976, interrumpió esa gestión. A pesar de ello, Gioscio permaneció en el cargo por un tiempo más, hasta que un 15 de mayo se produjera el reemplazo. Asumió por entonces el Ingeniero Alberto Martínez. Ese mismo día el primer mandatario saliente, redactaba una carta que algunos aún recuerdan, donde se refería a la problemática de la Prostitución y los denominados Quinchos, que por entonces abundaban. Gioscio le hizo saber al pueblo de Mercedes, que si bien algunos sectores estuvieron descreídos de la decidida acción de la comuna, los quinchos se habían cerrado y los traficantes y proxenetas habían tenido que emigrar.
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Tras casi tres décadas de aquel comienzo, el Intendente volvió a hablar del tema con nuestro semanario, para confesar que la policía de aquel entonces estaba “adornada”, que la comunidad permanecía callada y que estuvieron a punto de secuestrarle las hijas por su guerra contra la prostitución. La erradicación de estos antros, es definida por el Jefe Comunal como su mayor obra de gobierno. En esta entrevista nos cuenta por qué.
PELIGROS
“Cuando asumí en el 73 la ciudad de Mercedes estaba invadida por la prostitución y los eternos cafiolos que explotaban a las mujeres, y tomamos la decisión de clausurarlos a todos. Eran 19 prostíbulos con letreros luminosos que estaban a la vera de la rutas 5 y 41...”, manifestaba. Echar definitivamente esta actividad de la ciudad le llevó más de un año, y una larga lista de problemas. “Ha sido la obra más importante que hemos hecho, pero hay que recordar esa época donde en Mercedes no se podía ni tomar un café porque las prostitutas habían invadido el centro, con sus explotadores y se corrían riesgos de que a uno le peguen un tiro en la cabeza”, señalaba. La erradicación fue una empresa más que peligrosa para los funcionarios municipales de aquellos días. Por momentos se percataron que estaban prácticamente solos, batiéndose a duelo, con una organización que tenía diecinueve “sucursales”. A esta cadena de lupanares el gobierno gioscista le quemó doce lugares y uno fue derribado con una topadora, “ese fue último, fue como al año y moneda, y marcó el triunfo definitivo de la ciudadanía mercedina”. El último de los prostíbulos se llamaba “El Gato Rojo” y estaba ubicado en lo que hoy es el acceso Sur.
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Respecto de la participación ciudadana en esta pelea, Gioscio sonríe y admite que mucho no aportaron los vecinos. “La policía la teníamos en contra porque estaba arreglada, pero afortunadamente conseguimos el objetivo... fue bravo. Pero tenía un buen secretario de Gobierno que era Vicky Gómez, un buen secretario privado que era Lucho Méndez, y alguna gente amiga que nos acompañaba. Luchábamos contra gente de armas llevar. La mayoría creo que murieron en enfrentamientos a los tiros”, recuerda.
SECUESTRO
El nuevo intendente había llegado con esa promesa, y parecía dispuesto a cumplirla cueste lo que cueste. Los primeros combates con los responsables de la mafia de los quinchos tuvo una derivación insospechada. En un restaurante que funcionaba contiguo al Teatro Español, un mozo escuchó una conversación de reconocidos “cafiolos”, que preparaban y programaban el secuestro de las dos hijas del Dr. Gioscio. El trabajador gastronómico no dudó un instante en poner en conocimiento del tema al Jefe Comunal, que lejos de parar su lucha, mandó llamar a quien define como el “famoso cuajo Leguizamón”, a quien había operado dos veces por heridas de bala, “y bueno, lo apreté y le dije que lo hacía responsable a él por lo que pudiera pasarle a mis hijas. Le hice saber que si algo les pasaba, a él le iba a pasar algo también. Así que tuvo que cuidarlas”.
Gioscio confiesa que hoy no se animaría a llevar adelante un hecho de estas características. A la distancia se da cuenta lo riesgoso que era, y lo lamentable que pudo haber sido para su familia. “Mirá, si comparamos lo que pasa ahora, puedo decirles que son muy livianitos, aquellos tipos sí que eran bravos. Yo me metí en ese lío y después no sabía como salir”, agrega.
Cuenta la historia que una dama tenía amigos de la plana mayor de Policía, que toleraban estas actividades, razón por la cual Mercedes se había convertido en zona liberada para instalar estos lugares. Para Gioscio, la guerra había terminado cuando las máquinas municipales demolieron el Gato Rojo, “no hubo reacción y se acabó la joda”, dice con una sonrisa que evidencia satisfacción.
Para muchos mercedinos, el logro no solo le había dado a ese Intendente un apoyo masivo de la población, sino también el perfil de un hombre duro que no estaba dispuesto a ceder en sus convicciones. Hasta aseguran que los mismos que combatió, le guardaron respeto terminados los turbulentos episodios.
Allá por el año 75, el Jefe Comunal fue invitado a un casamiento del Intendente de Chivilcoy, fiesta a la que también asistía el gobernador de la Provincia. Al regresar, Gioscio acompañado por Obdulio La Placa, pararon en una whiskería a tomar una copa. Al percatarse que se trataba de un antro, decidieron pedir un trago para luego retirarse. El propio Gioscio admite que cuando quisieron pagar, les hicieron saber que era atención de la casa. El dueño de ese boliche era un hombre de apellido Monzón, que había tenido un quincho en el kilómetro 114 de la ruta 5.
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