Eslabones rotos: el testimonio de Daiana Benavidez del accidente de 12 y 49
“El miércoles recibí la llamada desde Mercedes: mi hermana estaba en estado crítico”, recuerda Daiana, quien habitualmente reside en San Andrés de Giles y formó allí su familia. Tuvo que viajar de inmediato para ocuparse de sus hermanos menores, mientras su madre permanece en Buenos Aires al lado de la adolescente herida.
El accidente se produjo el miércoles 25 de junio cerca del mediodía, en la 12 y 49, cuando la moto en la que viajaban dos adolescentes, un chico de 14 años al volante y su compañera de la misma edad como acompañante, impactó contra a una camioneta que circulaba en sentido inverso. La joven salió a hacer unas compras para su madre. La moto, que circulaba de contramano, al doblar la esquina se encontró con la camioneta. El golpe la dejó con fractura y hundimiento de cráneo, tras lo cual fue trasladada al Hospital Dubarry, donde un equipo de médicos la estabilizó antes de gestionar su evacuación a alta complejidad.

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“En Mercedes no había unidad de cuidados intensivos móvil, por eso la ambulancia vino desde Chivilcoy casi a la 1:00, doce horas después del choque”, relata. Destaca que en el hospital local “el personal estabilizó a mi hermana, le hicieron placas y colocaron drenajes para medir la presión intracraneal”, pero lamenta que el traslado al Garrahan consumiera esas horas antes de lo que resultó menos de una hora de viaje.
Daiana compara esa espera con su experiencia en San Andrés de Giles: “Allí un helicóptero llega en media hora. Lo vi hace como cuatro meses. El hospital local tiene helipuerto”. Esa limitación técnica, asegura, marcó la diferencia entre una evacuación rápida y una agonía nocturna.
Más allá del aspecto médico, la familia sintió el abandono institucional. “No hubo un canal oficial de información ni acompañamiento psicológico”, cuenta. Mientras su madre acompaña a la víctima en el Garrahan, ella coordinaba donaciones de leña y alimentos para sus hermanos en Mercedes, sin otro respaldo que la solidaridad vecinal.
El drama se agravó con los ataques en redes sociales: “Recibí comentarios hirientes antes de que alguien ofreciera ayuda”, confiesa. Esa indiferencia ciudadana completa la cadena rota que comenzó con falta de controles viales, un casco ausente y terminó en un traslado demorado.
Junto a los entrevistadores, Daiana concluyó que solo un esfuerzo conjunto puede romper esa secuencia de fallas: controles reales de casco y licencias en la vía pública, dotación de UTI móviles en los hospitales, protocolos efectivos de aeroevacuación pediátrica y canales de apoyo emocional para las familias afectadas. “No buscamos culpables aislados, sino garantizar que esto no vuelva a ocurrir”, cerraron en la charla.


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