Esas conocidas montañas de plomo
Están ahí desde hace meses, arrojados desaprensivamente y con total premeditación. Son residuos tóxicos, en montañas y sobre un camino. “Tiremos todo acá, total esta vieja estación de tren está abandonada y ya no pasa nadie por este camino”, habrán pensado quienes produjeron esta escoria altamente tóxica y residual del fundido de plomo en una industria, luego la subieron a uno o varios camiones, atravesaron una gran distancia con tamaña montaña de desperdicios por el partido de Mercedes, y la dejaron entre un frondoso follaje, aproximadamente a 15 kilómetros del radio urbanizado hacia el oeste y a menos de 50 metros de la estación “La Valerosa” del ferrocarril Belgrano (la trocha angosta) hoy inactivo. Un lugar paradisíaco y que parece poco cercano a la tragedia del consumismo recibe los desperdicios tóxicos del descontrol productivo. Una familia está en peligro. Estos desechos se sabe bien quién los puede producir: la fundición de plomo que ya arrojó estos contaminantes anteriormente y en reiteradas ocasiones, MerPlac.
Están ahí porque no se cumple con la ley, dado que su existencia aparentemente había sido denunciada al municipio pero nada se supo luego de un “vamos a ir a retirarlos” como promesa de un funcionario de turno que ya no está, o sigue estando entre el plantel del estado comunal. “Los que sí siguen ahí son los residuos”, habría que recordarles a quien tiene que controlar que esto no suceda.
Están ahí arrojados. Son residuos compuestos de cajas de baterías rotas, grandes bloques de sobrantes fundidos con la forma de un horno circular, escombros más pequeños, algún que otro ácido y otras inmundicias tóxicas similares que conforman varias montañas en el medio del camino que conduce a la estación del ferrocarril, y no son los únicos desechos con plomo que se encontraron en los últimos tiempos en el partido de Mercedes.
Están ahí. Contaminando el aire, el suelo y el agua.
Están ahí. Lejos de la vista. Debajo de la alfombra. Pero peligrosamente cerca, muy cerca de la familia que está instalada en “La Valerosa”: una pareja con una pequeña hija con una granja con animales y una huerta de la que se alimentan.
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Explicaciones
El hombre de la familia, de apellido Rodríguez, al ver a los cronistas de este semanario llegar al lugar para tomar las fotografías que sean el testimonio gráfico de tremendo abuso contra la calidad del medio ambiente se asomó desde atrás de unos árboles y detrás de la densa vegetación que crece en la zona y forma como un bosque entre las vías del ferrocarril miró qué estaba pasando. “Nosotros hicimos analizar el agua y no está contaminada”, diría más tarde, consultado mientras salía raudamente hacia el centro de la ciudad en su pequeño vehículo con su familia. “Discúlpenme, ya cierra un negocio del centro al que tengo que ir”, diría antes de retirarse.
“Yo fui a hacer la denuncia a la Municipalidad hace ya varios meses, cuando tiraron esto, y me dijeron que iban a venir a retirarlos, pero hasta aquí no ha venido nadie”, diría Roberto Rodríguez desde adentro de su automóvil en marcha.
“Esto es plomo, y es muy peligroso”, fue la explicación alarmante e inmediata de los periodistas de este semanario al jefe de la familia que estaba al volante del vehículo. “Yo pensé en un principio que se trataba de una gran cantidad de carbonilla. Creía que con esto iban a arreglar el camino, pero nadie vino nunca a desparramarlo”, continuaría el hombre en un rápido diálogo en el que se habló de esta posibilidad debido a que hay un proyecto de limpieza de las vías y posterior reactivación del ferrocarril y sus estaciones. Luego, Rodríguez aseguraría que hizo analizar el agua de pozo que consume y la misma no estaba contaminada.
El hombre dijo además que no sabe quién tiró estos residuos ni tampoco si lo hicieron en uno o en varios viajes. La extensión de escoria de fundición tiene más de 10 metros de largo y cerca de 4 de ancho. Los restos están amontonados en varias pilas y regados en lo que serían las zanjas del camino inutilizado y bloqueado por los residuos y que alguna vez sirviera (en tiempos de esplendor del ferrocarril) para que los bultos que se transportaban en trenes así como los pasajeros llegaran a los andenes y arribaran a las formaciones ferroviarias.
Hoy en día para llegar a la estación hay que entrar por dos huellones y atravesar una especie de túnel de vegetación entre medio de las vías. A treinta metros del caminito, un claro de luz se abre y allí aparece recortada la figura de la vieja estación “La Valerosa”.
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Cómo llegar
Arribar al sitio es complicado. Hay que tomar la calle 26 hacia el oeste por lo que se conoce como el Camino del Plateado, pasando la entrada a la estancia San Jacinto y recorriendo cerca de 15 kilómetros desde que se sale del radio urbanizado. Ese camino, dicen algunos memoriosos, era parte de la conocida “ruta de la sal” que conducía desde el interior del país a los saladeros.
Yendo por el Plateado, y entrando hacia la derecha por una callecita, se llega rápidamente a las vías que cruzan la provincia y no llevan ningún tren a destino. Allí hay que detenerse, frente a un campo sembrado de soja que tiene una tranquera y mirar justo hacia enfrente, que hay un hueco en la maleza, osbervar mejor y descubrir una especie de camino cubierto por la vegetación, afinar la vista aún más y será entonces posible ver montañas de algo negro y oscuro entre las sombras.
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Empresa en marcha
En vistas de los antecedentes en Mercedes, no es difícil darse cuenta de quién pudo haber arrojado esta basura tóxica. MerPlac es una empresa radicada en el parque industrial municipal (llamado “Sector Industrial Planificado”) que es capaz de producir estos desechos y ya fue pillada en anteriores oportunidades depositando esta misma escoria en otros sitios, incluso dentro mismo del parque productivo del municipio, en un predio lindante a la planta industrial y que está rodeado por alambrados y lonas que no dejan ver lo que hay adentro. Miguel Spíndola y Juan Carlos Pserga, los dueños de MerPlac, tienen causas en la justicia pero siguen trabajando merced a una especie de complicidad de funcionarios que permiten semejantes abusos para con el medio ambiente y los seres humanos, que así sean empleados de la fundición o simples vecinos tienen muchas posibilidades de enfermarse gravemente por culpa de estos residuos que arrojan y el método productivo que emplean.
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