El tercer paro de la CGT revienta la central obrera: Las guerras internas que pocos quieren contar

El tercer paro general contra el gobierno de Javier Milei ha puesto al descubierto una profunda crisis dentro de la Confederación General del Trabajo (CGT) que podría tener consecuencias más duraderas que la propia medida de fuerza. La decisión de convocar a esta nueva protesta, lejos de unificar al movimiento sindical, ha catalizado tensiones preexistentes y generado nuevas fracturas que anticipan una feroz batalla por el control de la central obrera en las elecciones programadas para noviembre.

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La ruptura más visible y significativa es la negativa de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) a sumarse a la medida, escudándose en una conciliación obligatoria por su conflicto salarial. “La UTA adhiere a la medida de la CGT, pero no puede parar porque está en conciliación obligatoria”, afirmaron desde el gremio que lidera Roberto Fernández, aunque existen numerosos antecedentes de sindicatos que, en situaciones similares, igualmente se plegaron a huelgas convocadas por la central obrera.

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Esta postura de la UTA representa un golpe demoledor para la estrategia cegetista, ya que el funcionamiento normal de los colectivos compromete seriamente el objetivo de paralizar por completo las actividades en el país. La decisión del gremio del transporte no es casual: Fernández mantiene una histórica tradición de privilegiar el diálogo con los gobiernos de turno y, en este caso particular, se suma a las críticas contra el cotitular de la CGT, Héctor Daer, a quien acusan de tomar decisiones unilaterales.

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Desde sectores críticos del sindicalismo se denuncia que el gobierno ejerce presión sobre la UTA mediante una auditoría en la obra social conducida por la esposa de Fernández, interpretada como una maniobra intimidatoria. Aunque desde el oficialismo negaron estas acusaciones, alegando que se trata de procedimientos habituales, el episodio ha intensificado las suspicacias en el ámbito gremial.
El inesperado giro de Héctor Daer hacia posiciones combativas constituye otro de los ejes de la crisis. El dirigente de Sanidad, tradicionalmente ubicado en el sector dialoguista, pasó repentinamente a liderar a los “duros” que propugnaban por una nueva huelga general. Este cambio de postura ha provocado recelos entre sus antiguos aliados, quienes sospechan que su endurecimiento responde a cálculos políticos personales: buscaría consenso interno para convertirse en líder único de la CGT en noviembre, abandonando el actual formato de triunvirato, además de consolidar su reelección en la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina, donde enfrentará comicios este año con posibles listas opositoras.
La reconfiguración de alianzas dentro de la central obrera muestra a Daer ahora cercano a Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), este último impulsado a posiciones más combativas por los planes oficiales para privatizar AYSA. En la vereda opuesta, Gerardo Martínez (UOCRA) y Armando Cavalieri (Comercio), hasta hace poco artífices de la estrategia dialoguista, ahora se alinean con el pragmatismo de Luis Barrionuevo (gastronómicos), firme crítico de Daer y promotor de un recambio dirigencial para la próxima conducción cegetista.
Esta fragmentación se evidencia también en la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), que mantuvo una reunión de más de tres horas encabezada por Juan Carlos Schmid para coordinar la adhesión al paro. Desde este sector lanzaron duras críticas a la postura de la UTA. “Los trabajadores de UTA que son asaltados, que sufren agresiones en sus recorridos por el conurbano y los que dejan los riñones en los servicios de larga distancia tienen los mismos problemas que tenemos los portuarios, los marítimos, los aéreos, los camioneros”, manifestó Schmid.
La incógnita que sobrevuela al movimiento sindical es qué estrategia seguirá la CGT después de la huelga. Dirigentes como Sergio Palazzo (bancarios) expresaron esperanzas de que “después del paro haya una mesa de diálogo”, una posición paradójica viniendo de un exponente del ala dura, especialmente cuando el propio gobierno ha mostrado escasa voluntad para conciliar posiciones con el sindicalismo.
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el secretario de Trabajo, Julio Cordero, habían mantenido contactos con líderes gremiales para intentar desactivar la protesta, pero estas gestiones fracasaron y los funcionarios congelaron los canales de comunicación al advertir la imposibilidad de revertir la decisión.
Con las autoridades de la CGT que deben renovarse en noviembre, la posición que adopte Hugo Moyano resultará determinante. El líder de Camioneros alterna entre la moderación y la confrontación: acordó paritarias alineadas con los números que pretende el oficialismo, mientras permite a su representante en el triunvirato cegetista, Octavio Argüello, embestir duramente contra Milei. Los dirigentes dialoguistas interpretan que Moyano podría distanciarse de la alianza dura que lideran Daer y los sectores kirchneristas.
A medida que se acerca la fecha de renovación de autoridades, la interna se acelera y algunos sectores presionan para anticipar el congreso cegetista. Todo indica que este tercer paro general, más que golpear al gobierno, está profundizando las heridas en una CGT dividida entre la confrontación y el pragmatismo, entre la lealtad a sus bases y los cálculos políticos de sus dirigentes.

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