El aumento de asistencia social no alivia la pobreza: ¿Un paradigma fallido?
Desde el inicio de la democracia en 1983, el gasto público consolidado en áreas como educación, salud y vivienda ha experimentado un notable crecimiento. En ese año, representaba el 11,4% del presupuesto nacional. Para 2022, este porcentaje había escalado hasta el 28,2%, lo que significa un aumento de 2,5 veces. Sin embargo, este considerable incremento en la inversión social no ha logrado traducirse en una mejora de las condiciones de vida de la población.
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A pesar del aumento en el gasto, los indicadores de pobreza e indigencia han mostrado un preocupante crecimiento. La calidad de la educación ha visto un deterioro significativo, y el sistema de salud enfrenta múltiples desafíos. Además, el acceso a la vivienda se ha vuelto una meta cada vez más inalcanzable para los jóvenes.
Este panorama plantea una paradoja inquietante: mientras más recursos se destinan a la asistencia social, peores son las condiciones de vida de la ciudadanía. En contraste, los funcionarios populistas parecen beneficiarse, asegurando mejores condiciones para sí mismos y dejando en evidencia un manejo ineficiente y posiblemente corrupto de los fondos públicos.
La situación actual invita a una profunda reflexión sobre las políticas de asistencia social implementadas hasta ahora y exige una revisión urgente para asegurar que los recursos destinados realmente contribuyan a mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos.
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