Bin Laden intentó crear el espectáculo más grande de la tierra
En todo el mundo occidental tiene lugar un debate sobre la prudencia, para no llamarlo censura. ¿Hasta qué punto, a partir del reporte de noticias, es posible promover campañas de propaganda o incluso contribuir a la distribución de mensajes en código enviados por los terroristas? El Pentágono les pide precaución a los diarios y cadenas de televisión, lo cual constituye una solicitud obvia, ya que a ningún ejército que se encuentre en guerra le entusiasma que sus planes se divulguen o que las declaraciones de sus enemigos sean transmitidas por televisión. A los medios de comunicación, acostumbrados hasta ahora a una libertad absoluta, no les ha sido fácil adaptarse al clima de la guerra. Hubo un tiempo en que aquellos que divulgaban información que pudiera afectar la seguridad nacional eran asesinados.
Es difícil desatar este nudo, porque en una sociedad de la comunicación –y más aún en estos días de la internet– ya no existe la discreción. De cualquier manera, el problema es incluso mayor. Todo acto terrorista (ésta es una vieja historia) es perpetrado para enviar un mensaje; más específicamente, un mensaje que propague el terror, o que al menos genere dificultades o desestabilización. Siempre ha sido de esa manera, incluso con aquellos terroristas que ahora definiríamos como aficionados, aquellos que pertenecen a un tiempo pasado, que se limitaban a asesinar a un individuo o a poner una bomba en la esquina de una calle.
El mensaje del terrorista produce estragos incluso si el impacto es mínimo, incluso si la víctima no es conocida. Y el efecto terrorista es mayor si la víctima es famosa o representa un símbolo. Un ejemplo tomado de la historia de Italia: las Brigadas Rojas, un grupo terrorista de izquierda, penetró en la conciencia pública cuando pasó del asesinato de periodistas o asesores políticos (es decir, gente no conocida para la mayor parte del público) a la captura, reclusión y luego asesinato del líder partidista y ex primer ministro, Aldo Moro, en 1978.
“ ¿Qué esperaba lograr bin Laden al atacar las torres gemelas? Crear el espectáculo más grande de la tierra.”
Ahora, ¿qué esperaba lograr Osama Bin Laden al atacar las torres del World Trade Center? . También esperaba demostrar que los espacios del poder en Estados Unidos podían ser violados. Bin Laden no buscaba causar un determinado número de víctimas (para sus propósitos fueron tan sólo un beneficio extra); mientras las torres fueran golpeadas (si se caían era mucho mejor), habría quedado satisfecho con sólo la mitad de las víctimas. No estaba impulsando la guerra en la cual el número de enemigos eliminados cuenta; estaba enviando un mensaje terrorista y todo era cuestión de imágenes.
Así, dado que el objetivo de Bin Laden era generar una impresión en la opinión pública mundial con esas imágenes, ¿qué sucedió? Los medios de comunicación se vieron obligados a dar a conocer las noticias, lo que es obvio. De manera similar, se vieron obligados a hacer públicas las noticias posteriores a los ataques, los esfuerzos de rescate, la labor de recuperación, el perfil mutilado de Manhattan. Pero, ¿estaban obligados los medios de comunicación a repetir esos reportes todos los días y por más de un mes, con fotografías, video, con historias eternamente repetidas por parte de los testigos, llevando a los ojos de todos la visión del ataque? Muy difícil responder.
Los diarios incrementaron sus ventas con la impresión de dichas imágenes; las cadenas televisivas aumentaron sus niveles de audiencia con la repetición de las secuencias; el mismo público solicitó ver esas terribles escenas para cultivar su indignación o, en ocasiones, debido a un sadismo inconsciente. Quizá era imposible hacer algo diferente y las emociones de los días que siguieron al 11 de septiembre impidieron que las cadenas televisivas y la prensa del mundo entero acordaran algún tipo de discreción. Al mismo tiempo, los diversos medios de comunicación no podían optar por el silencio por iniciativa propia sin perder lectores o audiencia frente a la competencia.
” Los medios de comunicación le dieron a Bin Laden una publicidad gratuita con un valor de miles de millones de dólares. “
Es un hecho que de esta manera los medios de comunicación le dieron a Bin Laden una publicidad gratuita con un valor de miles de millones de dólares. Día tras día, mostraron las imágenes que él creó y todos vieron las imágenes, aquellos que en Occidente intentaban justificar su confusión y sus seguidores fundamentalistas buscando justificar su orgullo. Entre otras cosas, el proceso continúa y Bin Laden sigue obteniendo lo que desea a un bajo costo. Ésa es la razón por la cual puede decirse que los medios de comunicación –mientras lo criticaban– fueron los mejores aliados posibles para Bin Laden, que de esta manera ganó la primera mano.
Para consolarnos al enfrentar el desmayo generado por esta situación aparentemente irresoluble, recordemos qué les sucedió a las Brigadas Rojas en Italia. Cuando incrementaron sus apuestas con la captura y asesinato de Moro, el mensaje fue tan perturbador que el impacto afectó a sus perpetradores: en lugar de desintegrar a las diversas fuerzas políticas del país, las unió. Ese ataque terrorista también generó enojo público y el inicio del declive de esos terroristas.
Sólo el futuro dirá si el espectáculo escenificado por Bin Laden –porque fue más allá del límite, más allá de lo tolerable– desencadenará una serie de eventos que señalen el inicio de su caída. En dicho caso, los medios de comunicación habrán ganado.
Sigue las noticias de MercedesYA en Whatsapp