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ANALISIS SOBRE NUESTRA CONVIVENCIA

Consideramos oportuno, por el momento en que vivimos, plantear en forma pública, cuestiones estimadas esenciales para sostener una convivencia social, que por momentos se torna peligrosa, afectada por una violencia inusitada y plena de maldad que no tiene justificativos
05.12.2002 [+]

Fuimos perdiendo con el correr de los años cierto modo de vida aparentemente pacífico con el cual nos identificábamos. Hoy, el número creciente de delitos hace pensar en una amenaza extendida por todo el territorio. Basta observar las rejas instaladas en puertas y ventanas para medir el grado de alarma y preocupación de las personas, cualquiera sea el lugar de residencia.

La debilidad humana permite que los delitos y los delincuentes formen parte de la historia. No todos son capaces de “vivir honestamente, no dañar a otros, dar a cada uno lo suyo”. Por este motivo, hacen falta leyes y magistrados. Para que pacíficos y honrados puedan imponerse sobre violentos y perversos. De aquí surge una explicación del estado. La abundancia de rejas, sumadas a la agresividad manifiesta en el trato cotidiano significa desconfianza y aislamiento. Desconfianza en el buen desempeño de funcionarios públicos y jueces, y cuando los ciudadanos desconfían de la capacidad de las autoridades gubernamentales para garantizar la seguridad de la población, es porque están socavadas las bases mismas de la autoridad que éstas dicen representar. Aislamiento respecto de los demás; pues todos quedan bajo sospecha. Empiezan a perderse así los principios fundamentales que sostienen las convivencia: respecto a la autoridad, la buena fe, la solidaridad y la concordia. Se abre un proceso disolvente de las instituciones del estado, de las familias y, en su consecuencia, de la nación misma.

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El panorama desanima a muchos. Pero, para “vivir honestamente, no dañar a otros, dar a cada uno lo suyo”, hay que vivir resueltos a luchar, tanto para cumplir con los deberes del estado, como para hacer respetar los derechos que nos corresponde. Por lo expuesto, deducimos que la seguridad no sólo comprende una cuestión relacionada con los delitos y los delincuentes. La seguridad es la consecuencia de un modo de vida. Esto lo enseña el Libro de Proverbios: “La justicia eleva una nación / más el pecado es la decadencia de los pueblos” (13-14) y “Cuando dominan los malos se multiplica el crimen / pero los justos verán su caída” (19-16).

Los responsables

Es de público y notorio el modo de vida degradado por la perversidad y la violencia que impera en el mundo. Numerosos son los documentos y libros de autores diversos que denuncian la situación. Entre los argentinos, también fue creciendo ese modo de vida degrada, que amenaza a la vida, el honor y los bienes materiales de las personas pacíficas y honradas; como igualmente y en la misma proporción en que se generaliza, favorece a los delincuentes; y en particular, al crimen organizado.

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En uno de los peores momentos de la historia argentina, las Instituciones que tienen la misión de proteger a los habitantes y mantener la paz interior fueron irresponsablemente desmanteladas por motivos ideológicos, la falta de presupuesto, el abandono y la indiferencia. El caño causado se completó con la modificación de la legislación procesal penal en único beneficio de los delincuentes; que hoy pueden actuar casi con total impunidad.

Desigualdad social irritante y desorden habitual, ausencia de autoridad política, violencia y perversidad por el consumo de drogas y otras malas costumbres, crearon el ambiente propicio para delinquir. Las víctimas de tan lamentables circunstancias ya se cuentan por cientos en el año. Los policías caídos en cumplimiento de su deber –sólo en el ámbito provincial- suman medio centenar. Tantas vidas perdidas, o arruinadas en el caso de los heridos, reclaman – demandan – exigen a gobernantes, legisladores y funcionarios, que dejen de ser indiferentes y actúen ea favor de los inocentes y de las víctimas permanentemente olvidados.

El Estado Nacional, es sistemáticamente desmantelado por las acciones combinadas provenientes por igual del sector público como del privado, en forma concurrente con diversas categorías de delincuentes.

Los habitantes se disgregan, retrocediendo en algunos casos, a tipos de organizaciones primitivas según los grados de marginación y fuentes de recursos, como asentamientos urbanos, barrios cerrados o clubes de campo. Los espacios sin ocupar y las circunstancias sociales catastróficas, favorecen el bandidaje.

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Siempre existió la delincuencia en nuestro país. Hoy es mas notoria por cuanto está ocupando niveles del poder político, económico y social. Entre los gobernantes hay quienes no reconocen sus responsabilidades. En cambio concentran culpas en las instituciones que desean destruir.

El modo de vida indiferente a los intereses nacionales y a la práctica de virtudes esenciales, nos puso a los argentinos en el camino de la ignorancia, la miseria y la violencia. Esto explica el nivel de debilidad moral que nos mantiene sin defensas, sometidos a las constancias agresiones de una red de “Políticos” que viven a costa de la función pública, mafiosos, burócratas, ideólogos, usureros, gerentes de intereses de oligopolios, contrabandistas, evasores y traficantes diversos.

Nuestros principios y objetivos

No debemos resignarnos a ser víctimas de los hechos. Interpretamos que es nuestra obligación principal defender el patrimonio nacional (tradición, instituciones, territorio) y la convivencia como modo de vida civilizado. Ejerciendo derechos ciudadanos, elegimos cumplir con las obligaciones cívicas aportando el saber de nuestras profesiones dedicadas a proteger la vida, el honor y los bienes de todos los habitantes de nuestro territorio.

Ahora nos ocupamos de hacer conocer la situación en materia de seguridad que caracteriza en estos tiempos nuestra existencia social, política y económica. Destacando asimismo, la necesidad de contar con leyes justas y fuerzas policiales organizadas, instruidas, conducidas, disciplinadas y equipadas, pero sobre todas las cosas eminentemente profesionales.

Tenemos ideas y pensamos proyectos separados de cualquier actividad político partidaria. Deseamos sostener un modo de vida civilizado, con ideales capaces de unir a todos los argentinos. Las profesiones policial, judicial y penitenciaria, se desempeñan esencialmente en el nivel de la cultura que corresponde al obrar, a las conductas de las personas. Tratamos, en consecuencia, de recorrer los ámbitos de la cultura con la intención de encontrar verdadera relación entre las instituciones sociales, políticas y económicas, con las Virtudes Fundamentales, puestas en práctica, tanto en lo individual como en lo institucional, esas virtudes podrán sacarnos de la decadencia en que ahora nos encontramos.

Con el método expuesto, deseamos contribuir a recuperar la Justicia, la Paz, La Libertad y la Concordia, para continuar siendo argentinos. En el caso particular de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, creemos que debe ser organizada como un sistema policial capacitado y disciplinado, con misión y atribuciones bien definidas, modelo de organización y con estructura única de alcance provincial. Por añadidura, el buen obrar, sumado a un control riguroso, sólo posible en una fuerza profesionalizada, limpiaría de sus filas a los delincuentes infiltrados. En estas condiciones, en cooperación con el Servicio Penitenciario y otras instituciones y organismos del Estado, sería componente de un plan de política criminal a ejecutar en todo el territorio provincial. Sin olvidar, asimismo, la necesidad de exigir leyes justas y magistrados imparciales; y reconociendo que, actualmente, la Ley por sí sola, con la ayuda de quienes la aplican, no alcanza para prevenir el crimen, sin las medidas socioeconómicas aprop

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