7 de julio “Día Nacional de la Conservación del Suelo”
El suelo es esencial para la vida, como lo es el aire y el agua, y cuando es utilizado de manera prudente puede ser considerado como un recurso renovable.
Existen muchas ciencias que estudian el suelo desde distintos puntos de vista. Así, es posible hablar de suelo como constituyente de un conjunto complejo de elementos físicos, químicos y biológicos que componen el sustrato natural en el cual se desarrolla la vida en la superficie terrestre. Pero también podemos considerar que el suelo es la parte externa de la corteza terrestre, y desde el punto de vista de la ingeniería, suelo es el sustrato físico sobre el que se realizan las obras; desde el punto de vista del urbanismo y la planificación territorial, el suelo es el espacio físico donde se construyen edificios, ciudades y toda la infraestructura para sus ciudadanos. En definitiva, son muchos los intereses que tenemos sobre el suelo.
Pero hoy, y en virtud de la proximidad del “Día Nacional de la Conservación del Suelo” nos centraremos en el suelo desde el punto de vista agronómico ya que este contempla su productividad y sustentabilidad.
En este sentido, nuestra localidad, Mercedes y su vecina Suipacha, están ubicados sobre material loéssico del Macizo Lujanense Bonaerense formado en el final de la era Terciaria o Cenozoica hacia fines del Período Pleistoceno, esto alrededor de unos 130 mil a 8 mil años atrás. O sea a nuestros suelos les ha tomado bastante tiempo formarse y evolucionar para ser y poder entregar los nutrientes que dan hoy a través de todas las producciones que conocemos.
Desde el punto de vista “taxonómico” se clasifican como “Molisoles”, se han desarrollado en el “loess pampeano”, de textura limosa y composición mineralógica rica en nutrientes. La gran suavidad de la topografía, caracterizada por una muy escasa pendiente (0,5%) determina un muy bajo potencial morfogenético. No posee una red de drenaje definida y los cursos son escasos. En las planicies se presentan suaves depresiones planocóncavas de forma irregular y tamaño variable, en donde se acumula el agua pluvial. En el caso de Mercedes existe una relativa red de drenaje hacia el río Luján.
Sin duda, estas características de los suelos, sumadas a las condiciones climáticas y un relieve llano, configuran una combinación variable de potencialidad agrícola constituyendo un mosaico de situaciones productivas. Tanto en Mercedes como en Suipacha, coexisten zonas de excepcional aptitud productiva, donde predominan los suelos oscuros, profundos y ricos en nutrientes, muy bien drenados donde las rotaciones agrícolas, trigo-soja, maíz, y verdeos (avenas, centeno, cebada) combinadas con cierta cantidad de años de pastura prosperan espléndidamente bien. Con no pocas hectáreas de suelos de menor aptitud, bajos, de drenaje pobre, de regulares a bajos contenidos de macro y micronutrientes, con agua en superficie durante algún período del año, menos afortunados en cuanto a su posibilidad actual de hacer soja pero en los que funcionan muy bien las diferentes actividades ganaderas posibles.
Según sea la aptitud de estos suelos, las actividades desarrolladas en ellos tendrán distinto impacto. Esto quiere decir que cualquier acción ejercida por el hombre a través de la agricultura y ganadería desencadena una secuencia de eventos físico-químicos y biológicos que conducen a distintas situaciones, acelerando o deteniendo las posibilidades de degradación. Es decir alejando o manteniendo al suelo de sus posibilidades productivas.
Hoy es más que claro que todos los suelos no son iguales, de un lugar a otro y hasta en distintas partes en un mismo campo. Toda variación en la combinación de suelos, relieve, clima y susceptibilidad a la degradación, significa una variación en el uso y en el manejo necesarios para mantener la tierra permanentemente productiva. La clave está en considerar las opciones tecnológicamente posibles para el mejor aprovechamiento del suelo y sólo es posible lograrlo mediante un análisis científico de cada lote de tierra. Las prácticas agrícolas deben estar basadas en ese análisis.
Mantener la tierra productiva es una tarea que nos compete a todos ya que los recursos económicos que sostienen la estabilidad de nuestro país provienen casi exclusivamente de la tierra y con ella nuestro acceso a alimentos, ropa y educación. Sin producciones que contemplen que nuestro suelo no es inagotable estamos hipotecando nuestro futuro y el de las generaciones venideras.
Muy oportuno es agregar que se instituyó el 7 de julio como el día de la conservación del suelo en honor al gran conservacionista Hugh Hammond Bennet, creador del Servicio de Conservación de Suelos de los EEUU, quien comprendió que “ la conservación del suelo tiene que enraizar en los corazones y las mentes de la gente, antes de que pueda ser aplicada a la tierra”.
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