Video falso de Macri genera un escándalo político en plena campaña porteña

El escenario electoral de la ciudad de Buenos Aires sumó en las últimas horas un episodio de alto voltaje político: la difusión de un video generado con inteligencia artificial que simula a Mauricio Macri respaldando a Manuel Adorni como candidato, supuestamente para evitar un triunfo del kirchnerismo. La maniobra fue rápidamente desmentida por el propio expresidente, quien denunció públicamente la falsedad del material y apuntó contra figuras cercanas a La Libertad Avanza.

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La grabación fue publicada desde la cuenta “Tommy Shelby”, nombre que alude a los Peaky Blinders, un grupo con el que suelen identificarse los operadores digitales vinculados a Santiago Caputo. La estética, el guion y la ejecución del video mostraron una producción cuidada, lo que generó preocupación no solo por su contenido, sino también por el nivel de recursos puestos en circulación para diseminar una información falsa en plena campaña.

Macri, a través de su cuenta en la red social X, repudió el uso de su imagen y su voz generadas artificialmente, y calificó el hecho como un intento de manipular el voto ciudadano. Sin nombrarlo directamente, se refirió a Santiago Caputo al hablar de “personas del círculo íntimo de La Libertad Avanza”, dejando entrever que la operación tendría origen en los equipos de comunicación más cercanos al presidente Javier Milei.

Desde Juntos por el Cambio, las reacciones no tardaron en llegar. María Eugenia Vidal, jefa de campaña de Silvia Lospennato, consideró el episodio una grave violación a la ley electoral y advirtió que, además del uso indebido de inteligencia artificial, se incurrió en usurpación de identidad. “No todo vale por un voto”, sentenció.

La presentación formal ya fue realizada ante la justicia electoral, donde se investiga si existen elementos suficientes para tipificar el hecho como delito. Las normas prohíben expresamente la difusión de propaganda engañosa que pueda inducir a error o tergiversar la voluntad del electorado, y en este caso se trata de un contenido que simula de manera realista a una figura pública promoviendo a un candidato que no apoya.

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La polémica no se limita solo a este episodio. En los días previos, el oficialismo fue acusado de utilizar recursos del Estado para posicionar a Adorni, vocero presidencial, con fines proselitistas. Desde sectores opositores denunciaron que se anunciaron medidas de gobierno no implementadas para que el funcionario las comunicara, dándole visibilidad en un momento electoral clave, práctica también prohibida por la legislación vigente.

A esto se suman sospechas sobre el financiamiento y la difusión de propaganda en redes sociales a través de intermediarios internacionales que escapan al control de la justicia electoral argentina. Según reveló el sitio El Disenso, la Fundación Faro, presidida por el hermano de Santiago Caputo, habría destinado más de 200 millones de pesos a campañas de desinformación en redes, algo que, de comprobarse, podría agravar aún más el escenario legal del entorno libertario.

Este caso abre un nuevo capítulo en el debate sobre los usos políticos de la inteligencia artificial, especialmente en contextos electorales. La posibilidad de manipular voces e imágenes de figuras públicas con fines proselitistas, sin que el electorado advierta la falsedad del contenido, pone en alerta a autoridades y expertos. Y plantea un dilema de fondo: cómo garantizar elecciones limpias y transparentes en tiempos de nuevas tecnologías y campañas cada vez más agresivas.