Un nuevo amor tocó a la puerta de Alberto Fernández, justo cuando su escenario judicial se oscurece

La filtración de mensajes y la revelación del vínculo con la abogada Hers Cabral reinstalaron al expresidente en la agenda, ahora desde un costado íntimo que había quedado relegado desde su salida del poder.
La historia, según relató la periodista Fernanda Iglesias, no responde al formato de romance repentino sino a un vínculo de larga data. Cabral —exdiputada del PRO y actual directora del Observatorio de Políticas Penitenciarias y Derechos Humanos del Consejo de la Magistratura porteño— conoce a Fernández desde hace más de veinte años. La cercanía, que nunca se interrumpió, habría mutado en algo más íntimo en los últimos seis meses, tiempo en el que el expresidente se enfrenta a su cuadro judicial más complejo.

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Cuando la periodista la consultó, Cabral evitó cualquier rotulación y buscó refugio en la palabra amistad. “Nos conocemos hace más de veinte años y en estos momentos ingratos e injustos que a él le toca vivir nos vemos más frecuentemente”, dijo, sin desmentir ni confirmar del todo. La respuesta, lejos de disipar el rumor, le dio vuelo.
Iglesias insistió en la definición. “Me dijeron que sos su novia”, lanzó. El intercambio se volvió entonces un juego entre lo que se dice y lo que no: “Nos queremos mucho, no hay más que eso”, cerró Cabral, agregando el triple “besos, besos, besos” que terminó de sellar el tono. Sin confirmación formal, sin desmentida completa, con un código entre líneas.
El expresidente, mientras tanto, atraviesa su situación judicial con perfil bajo, sin estructura política y sin vocería activa. La irrupción de esta relación aparece entonces como contracara del aislamiento, una presencia que funciona más como sostén emocional que como noticia estrictamente romántica.
En uno de los momentos más complicados de su vida pública, su vida privada encontró modo de hacerse visible. No es un reencuentro cinematográfico ni un giro sentimental intempestivo, sino un vínculo antiguo que, justo ahora, sale a la luz. En palabras no dichas, queda claro: un nuevo amor tocó la puerta, aunque nadie esté dispuesto a declararlo en voz alta.

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