Los F-16 ya están en suelo argentino y el cielo vuelve a tener guardianes

La presentación oficial tuvo un marco inusual para la memoria reciente: acto militar masivo, patrullas en formación y un vuelo rasante que atravesó la Capital como una declaración de soberanía. Los cazas, provenientes de Dinamarca, iniciaron así una nueva era operativa tras más de diez mil horas de vuelo acumuladas y un proceso de actualización técnica que los coloca entre los sistemas más eficaces de su categoría.
La simbología del momento cuenta tanto como la tecnología. Argentina había quedado sin capacidad supersónica efectiva desde la baja de los Mirage en 2015. En ese lapso, el país solo pudo limitarse a vigilar, pero sin capacidad real de intercepción inmediata. La llegada de los F-16 revierte ese vacío, restituye funciones básicas de defensa y devuelve a la Fuerza Aérea un rol estratégico negado durante años.

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Los aviones aterrizados son parte de un lote de 24 unidades comprometidas, con entrenamiento de pilotos, simuladores, logística y soporte técnico incluidos. Exigen inversión en hangares, radares, infraestructura y personal especializado, pero esa exigencia es también la señal de una fuerza que vuelve a tener misión, estructura y horizonte.
La escena en Córdoba, su base de destino principal, tuvo el tono de un renacimiento institucional. El poder aéreo dejó de ser discurso y volvió a ser capacidad. El gobierno definió a los nuevos cazas como un símbolo de recuperación, no solo militar sino estatal: se vuelve a proteger el cielo porque se vuelve a considerar que el país debe asegurarlo por sí mismo.
Los F-16 no son solo máquinas. Son un punto de inflexión después de años de retiro silencioso, cielos sin patrullaje supersónico y vulnerabilidad reconocida. Desde hoy, la defensa aérea deja de funcionar con remiendos y vuelve a operar con una flota capaz de responder, disuadir y marcar presencia en un territorio de más de tres millones de kilómetros cuadrados.
El país no solo volvió a tener cazas. Volvió a tener doctrina, misión y horizonte. Tras veinte años de apagar pistas, hoy Argentina encendió de nuevo los motores que vuelven a custodiar su cielo.

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