La crisis del taxi en Mercedes expone el fracaso de la regulación estatal

En Mercedes, el servicio de taxis está regulado por el municipio. Esto significa que tanto la habilitación de las unidades como la fijación de tarifas dependen del Estado local. Sin embargo, lejos de garantizar un buen servicio, la intervención ha producido un sistema ineficiente, caro y poco competitivo.
Los usuarios se quejan, con razón, de vehículos viejos, mal mantenidos y sin las comodidades mínimas. Y los propios taxistas admiten las dificultades que enfrentan para sostener sus autos en condiciones, alegando que el contexto económico actual hace prácticamente imposible invertir en mejoras.

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En ese marco, el municipio decidió recientemente aumentar la tarifa oficial. Paradójicamente, ni siquiera los trabajadores del sector recibieron bien la medida: muchos temen que el alza de precios termine ahuyentando a los pocos clientes que todavía eligen el taxi como opción de transporte.
Como si fuera poco, en Mercedes no están habilitados servicios como Uber, Cabify u otras plataformas de movilidad. Esto deja a los vecinos sin alternativas reales y a merced de un sistema que no los representa ni los satisface.

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El problema es más profundo que una tarifa o un modelo de auto. Lo que se evidencia es el agotamiento de un esquema basado en la regulación centralizada. En lugar de fomentar la competencia, la innovación y la libertad de elección, se impone una lógica única que perjudica a todos: choferes mal remunerados, usuarios disconformes y un servicio estancado.
¿Y si la solución fuera otra? En un sistema desregulado podrían coexistir empresas con distintos estándares: autos de alta gama para quienes buscan comodidad, unidades más económicas para traslados simples, tarifas libres y transparentes, y un verdadero poder de decisión en manos del cliente. La tecnología lo permite, la demanda lo necesita, y los ejemplos exitosos en otras ciudades lo confirman.
El caso del taxi en Mercedes es apenas una muestra, pero ilustra con claridad algo más grande: cuando el Estado regula sin eficiencia ni flexibilidad, el resultado no es equidad, sino mediocridad generalizada. El debate está abierto.

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