Hoy se conmemora el 197° aniversario del nacimiento de Louis Braille
Lo que la gente, que pensaba que aquello era la manía de un chiquillo, no se imaginaba es que en esos momentos Louis estaba inventando el alfabeto que abriría la puerta de la cultura a los ciegos.
Ni el propio Louis Braille podía pensar que esa idea en la que llevaba trabajando sin descanso desde hacía meses iba a transformar la existencia de millones y millones de ciegos a lo largo de los siglos.
Corría el año 1823 y Louis vivía en la Institución para Niños Ciegos, un edificio que se levantaba en un área deprimida y húmeda de París. Aquel era un lugar lúgubre. Nada más llegar allí, el pequeño de los Braille se sintió confuso y asombrado por el ruido y, sobre todo, por el hedor a lodo en putrefacción procedente del río. Y es que para él la gran ciudad era todo un misterio.
Nacido el 4 de enero de 1809 en Coupvray, el lugar en el que pasó los primeros años de su vida no tenía nada que ver con París. Su pueblo estaba situado sobre una loma, junto al valle del río Marne y la mayoría de su población trabajaba en granjas o en los viñedos. Louis llegó al mundo muchos años más tarde que el resto de sus hermanos. Por eso, su familia siempre le colmó de cariño y de atenciones.
A los tres años, el niño perdió la vista en un desgraciado accidente. Tratando de imitar a su padre, el pequeño cogió una herramienta y se hirió en los ojos. A pesar de los esfuerzos de los médicos del pueblo, la oscuridad fue adueñándose poco a poco de su vista hasta que, a los cinco años, Louis estaba completamente ciego.
Más tarde, sus padres decidieron enviarle a París, donde desarrolló su pequeño sistema, como él mismo lo llamaba: el alfabeto Braille. Los años pasaron. Louis fue nombrado profesor de la Institución en la que pasó sus años de adolescencia e inventó la rafigrafía, utilizando puntos en relieve para formar las letras del alfabeto latino. Pronto comenzó a sufrir problemas de salud. El 6 de enero de 1852 murió. Tenía 43 años.
Los antecedentes y el desarrollo de un gran invento para el hombre
Antes de que el sistema braille revolucionara definitivamente la manera en la que los ciegos podían acceder a la cultura, existían otros métodos. Por ejemplo, el de Charles Barbier, un capitán de artillería de Luis XVIII. ¿En qué consistía? Pues, básicamente, eran textos de letras muy grandes y en relieve. Sin embargo, este sistema presentaba muchos inconvenientes. Las letras tenían que ser lo suficientemente grandes para que las yemas de los dedos detectaran su forma. De modo que en una hoja sólo había espacio para unos pocos párrafos. Así que algunas obras llegaban a ocupar hasta 20 tomos. Cada tomo pesaba unos nueve kilos. O sea, que la cosa no era ni mucho menos cómoda. Con este panorama, Braille apareció en escena con su sencillo y manejable sistema. Con sólo seis puntos, como los de una de las mitades de una ficha de dominó, se podían formar hasta 63 combinaciones diferentes. A partir de ahí, todo cambió para los invidentes. Desde Francia, el alfabeto se extendió por todo el mundo.
Su alfabeto
Al ser ciego, Louis comprendió que los invidentes podrían suplir en gran medida su falta de vista con otro sentido: el tacto. Con su sistema de seis puntos en relieve, combinados los unos con los otros, encontró un medio eficaz para formar todas las letras, los números, los acentos, los signos de puntuación y los de de numeración arábiga y romana. Cada grupo de puntos está diseñado para poder sentirlo perfectamente al rozarlo con la yema del dedo. Así, puede ser reconocido inmediatamente por un lector de braille del mismo modo que un vidente reconoce la forma de una letra. Parece mentira que algo tan simple sea tan útil.
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