Fuerza Patria: nuevo nombre, viejos conflictos

Desde el 2003 hasta hoy, el kirchnerismo ha mutado sus sellos electorales al menos cinco veces: Frente para la Victoria, Unidad Ciudadana, Frente de Todos, Unión por la Patria y ahora Fuerza Patria. Detrás de cada rebranding se esconde siempre lo mismo: la necesidad de maquillar el desgaste, contener internas y simular unidad. Pero esta vez, ni el cambio de nombre alcanza para tapar la magnitud del conflicto.
El armado de listas para las elecciones del 7 de septiembre no cerró heridas. Las profundizó. Y dejó expuestas las tensiones entre espacios que comparten boleta pero no proyecto. La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza, y el Movimiento Derecho al Futuro mantienen una relación más parecida a una guerra fría que a una alianza electoral. Y la temperatura sigue subiendo a medida que se acercan los cierres nacionales.

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En este contexto, la estrategia es sobrevivir hasta las elecciones sin que el edificio se derrumbe. El tiempo es corto y la campaña ya empezó, aunque cada candidato prefiere mostrarse primero con los propios y recién después arriesgar una foto colectiva. La incertidumbre manda.
Los nombres que encabezan Fuerza Patria buscan instalar un relato de gestión, sobre todo frente a los recortes del gobierno nacional. Gabriel Katopodis y Verónica Magario se mueven en sus zonas con una hoja de ruta clara: mostrar lo hecho por Axel Kicillof en seis años de gestión, y contrastarlo con la motosierra de Javier Milei.
Katopodis, en particular, redobló su perfil combativo. En Ituzaingó, apuntó directamente a Nación: “Cuando le meten la motosierra al agua y a la cloaca, que es la expresión más clara de dignidad, salud y calidad de vida, es porque no les importa nada”. Alineado con Kicillof, pero enfrentado a La Cámpora, su mensaje tiene doble destinatario.
Y no es casualidad que, en una reunión reciente en San Fernando, se mostraran juntos Kicillof, Massa e intendentes del conurbano... pero sin Máximo Kirchner. La foto que no fue dice más que muchas que sí.

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En ese encuentro, se definieron prioridades: profundizar el trabajo territorial, volver a hablarle a los barrios populares y recuperar el voto de los sectores que históricamente respondieron al peronismo, pero que en las últimas elecciones optaron por la antipolítica. “Milei es el enemigo a enfrentar”, repiten como mantra, aunque el verdadero conflicto —al menos por ahora— sigue siendo entre ellos mismos.
Cambiar el nombre del frente no alcanza. El problema no es la fachada. Es lo que hay adentro. Y hoy, la respuesta en voz baja que más se escucha es siempre la misma: “Todo roto”.

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