ESTRENOS DE LA SEMANA
Luca Prodan fue una estrella fugaz, un fenómeno que al rock nacional le costó mucho digerir y que se extinguió cuando comenzaba a ser entendido y cuando sus letras abandonaban el intrincado spanglish con sonoridad itálica de las primeras épocas y mostraban una extraña consonancia con el tango. “Mañana en el Abasto” grabado en After chabon es al fin y al cabo un tango crepuscular dedicado a lo que quedaba del antiguo mercado antes de que se transformara en shopping.
Pero Luca muerto es una remera llamativa, una tumba a la que los fanáticos de Sumo acuden en procesión como acuden a la de Jim Morrison en París los rockeros de todo el mundo. Luca muerto es campo fértil para la polémica, para los homenajes y para que sus viudas se peleen por la mortaja.
A Carlos Polimeni no le alcanzó con haber escrito una completa biografía novelada sobre Prodan sino que además escribió una obra de teatro que con el tiempo se transformó en una película.
Luca Vive se presenta como una recreación de los últimos días de vida del líder de Sumo pero a la vez dicen sus responsables que es una película de rock y no con rock. Luca vive, aspira a ser de verdad, tal cual se jactaba Luca de ser en contraposición con los caretas con los que chocaba a cada rato.
Es sabido que los ex compañeros de Prodan que hoy tocan, algunos en Divididos y otros en Las pelotas, se han negado a dar apoyo a los distintos proyectos que se les presentó sobre los viejos tiempos. Luca vive es una película sobre Luca Prodan en la que no se puede escuchar la música de Sumo y en la que se escuchan algunos temas inspirados en la música que Prodan solía cantar como Noche de paz en versión hiper rockera y el estribillo de Wellapon que era un insert dentro del trágico Heroin.
Jorge Coscia, el director, dice a quien quiera escucharlo que no le preocupa la reacción de las viudas de Luca y que lo que ellos trataron de hacer es recrear los últimos días de vida del músico. Pese a su pretensión de mostrarse como del palo del rock, Luca vive parece fascinarse con lo exterior, lo superfluo, los litros de ginebra, los picos de heroína y el sexo fácil que la groupie de turno le proporciona hasta al más oscuro bajista de la ultima banda del ranking de Billboard. Luca era más, pero eso es algo que el espectador de la película que no haya estado allí no podrá saber.
Allí, en los ochenta, en el Zero, en el Einstein, en el Stud Free Pub, en La esquina del sol, en Cemento cuando no tenía goteras y Chaban recitaba en alemán mientras Katja Aleman protagonizaba un más que intenso striptease. Eran los ochenta: los militares se iban y la noche se poblaba de travestis que recitaban a Pizarnik, grupos de teatro under y Los redonditos de ricota tocaban para un centenar de seguidores.
La película discurre torpemente con la ayuda del mismisimo Chaban, de Joe Stefanuolo, el abogado de los rockeros, y de Tom Lupo, una voz emblemática de la época y un interlocutor particularmente lúcido que le había reservado al cantante un puesto como ministro del Interior en el hipotético caso de que el Partido al Medio ganara alguna elección.
Basta con ver The doors, de Oliver Stone, o Velvet Goldmine para notar que hay mejores maneras de filmar una película de rock. Y por qué no recordar de The wall a la que Luca vive homenajea con unas animaciones psicodélicas bastante lejos de aquellas a las que homenajea. Si técnicamente es pobre y artísticamente nula, la escena de sexo en la que se arma un paralelismo con El ultimo tango en París es particularmente torpe.
Luca vive es además bastante mentirosa, elude temas, agranda anécdotas menores y dirime internas rockeras que no le interesan a nadie.
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