El Mercenauta: cuando la épica política navega sobre el agua

Las calles de Mercedes se convirtieron esta semana en ríos improvisados. El temporal que azotó la provincia de Buenos Aires no distinguió entre barrios humildes y zonas privilegiadas, aunque sus consecuencias sí lo hicieron. Mientras los vecinos luchaban contra el agua que invadía sus hogares, una narrativa paralela comenzaba a construirse desde el municipio: la épica de la solidaridad institucional.
En las redes sociales del gobierno municipal, las imágenes no se hicieron esperar: concejales oficialistas pelando papas en centros de evacuados, camiones municipales surcando calles anegadas como improbables embarcaciones de rescate, y el intendente Juan Ustarroz agradeciendo “la unidad y la solidaridad” de su pueblo. Un pueblo que, vale la pena recordar, no eligió estar bajo el agua.

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Como en la obra maestra de Oesterheld, “El Eternauta”, la solidaridad colectiva aparece como valor fundamental frente al desastre. “Nadie se salva solo”, repite la obra, convertida en eslogan político hace ya tiempo. Pero hay una diferencia crucial entre la ficción y nuestra realidad mercedina y por qué no bonaerense: en la historieta, los protagonistas enfrentan una invasión extraterrestre impredecible; aquí, las inundaciones son un fenómeno recurrente para el cual la prevención existe, aunque frecuentemente brille por su ausencia.

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La vieja máxima sobre el peronismo que “te corta las piernas para luego poder regalarte las muletas” adquiere nueva vida en este contexto. No, el intendente Ustarroz no provocó la lluvia. Pero cabe preguntarse: ¿dónde estaban las obras hidráulicas que Mercedes necesitaba? ¿Qué ocurrió con el mantenimiento de desagües pluviales? ¿Cuánto se invirtió realmente en prevención durante los meses de sequía?
La estructura narrativa es tan antigua como la tragedia griega: primero el caos, luego el héroe. El político necesita la crisis para erigirse como salvador. Las fotos de funcionarios empapados, con botas de goma y cara de preocupación sincera, no tienen sentido sin la catástrofe previa. La épica gubernamental requiere del desastre como combustible esencial.

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El “Mercenauta” contemporáneo navega entre la gestión de crisis y la construcción de una imagen pública favorable en época de vacas flacas. La emergencia se convierte así en una oportunidad para mostrar presencia y liderazgo, mientras queda en segundo plano el debate sobre la planificación urbana y la infraestructura preventiva.
Mientras escribo estas líneas, decenas de familias mercedinas siguen evacuadas. Sus pertenencias, dañadas. Sus recuerdos, empapados. Y en medio de la desgracia, serán invitados a aplaudir a aquellos que ahora les tienden una mano, aunque quizás sean los mismos que no priorizaron la prevención cuando el cielo aún estaba despejado.
En Mercedes, como en tantos otros rincones de nuestro país, la verdadera nevada mortal no es la de la historieta de Oesterheld. Es la nieve de aplausos que cae sobre quienes convierten la gestión reactiva en virtud, mientras la previsión duerme el sueño de los justos hasta la próxima tormenta.

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