La mesa está servida: el silencio radical que dejó el camino libre al oficialismo

La aprobación de la Ordenanza Fiscal Impositiva dejó una enseñanza política tan clara como incómoda: las mayorías no solo se construyen con votos, también con omisiones. En ese terreno, la Unión Cívica Radical quedó expuesta. Los tres concejales que conformaban el bloque en mayo de este año, Débora Lacasa, Daniel Ivaldis y Aida Petty Laporta, tenían la obligación política e institucional de proponer tres mayores contribuyentes titulares y tres suplentes. No lo hicieron.

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La omisión no es un detalle administrativo ni una anécdota menor. En el sistema de Asamblea de Mayores Contribuyentes, no ocupar a tiempo esos lugares equivale a dejar sillas vacías en una mesa donde cada asiento vale un voto. Eso fue exactamente lo que ocurrió. El espacio no quedó neutral ni congelado: fue cubierto luego por el oficialismo, que avanzó reglamentariamente y terminó ocupando esas bancas con suplentes propios.
El resultado está a la vista. En una votación que exigía 19 voluntades, el oficialismo logró aprobar la fiscal impositiva con 20 votos afirmativos, de los cuales 11 provinieron de mayores contribuyentes todos propuestos por Fuerza Patria. La mayoría no se explicó solo por la correlación de fuerzas en el Concejo, sino por un vacío previo que alguien dejó abierto.
La pregunta que sobrevuela el recinto es inevitable. ¿Fue un error? ¿Un descuido político imperdonable? ¿Un olvido difícil de justificar en un tema tan sensible? ¿O una decisión consciente de dejar hacer, evitando el costo de una confrontación directa y permitiendo que otros carguen con el peso de la resolución? Ninguna de esas respuestas deja bien parado al radicalismo.
Porque si fue un error, revela una alarmante falta de comprensión del funcionamiento institucional. Si fue un olvido, expone una desidia política que se paga caro. Y si fue una estrategia, entonces la UCR eligió mirar para otro lado mientras se definía una de las ordenanzas más importantes del año.

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Lo concreto es que la mesa quedó servida. El oficialismo no tuvo que forzar nada extraordinario: simplemente ocupó los lugares que otros no defendieron. En política, las sillas vacías no existen por mucho tiempo. Alguien siempre se sienta. Y esta vez, el radicalismo dejó el mantel puesto, los platos alineados y el espacio libre para que la mayoría se construyera sin resistencia.

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