Cristina Kirchner condenada: ¿proscripción o un acto de justicia?
La Cámara Federal de Casación Penal confirmó la condena de 6 años de prisión contra la expresidente en la causa conocida como “Vialidad”, donde se la acusa de administración fraudulenta en perjuicio del Estado por irregularidades en la obra pública en Santa Cruz durante sus gobiernos (2007-2015).
La militancia kirchnerista establece un paralelismo directo entre la situación actual de Cristina Kirchner y la proscripción que sufrió el peronismo tras el golpe de Estado de 1955. Argumentan que, al igual que entonces, se utilizan mecanismos institucionales para apartar a un líder popular de la arena política.
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Las autoridades locales del Partido Justicialista se sumaron con contundencia a la defensa de la expresidente. A través de un comunicado firmado por el Presidente Juan Pablo López Baggio y la Vicepresidente Mariana San Martin, respaldaron la hipótesis de la proscripción y establecieron un paralelismo directo con la persecución histórica al peronismo.
Para la militancia kirchnerista, la confirmación de la condena representa un claro ejemplo de “lawfare” o guerra judicial contra su líder política. Los seguidores de la expresidente señalan que el timing político de la confirmación no es casual y argumentan la ausencia de pruebas directas que vinculen a CFK con los delitos imputados. En su visión, la inhabilitación para ejercer cargos públicos revela el verdadero objetivo político detrás del proceso judicial.
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Desde la perspectiva judicial, sin embargo, la situación es diferente. La condena ha sido ratificada en segunda instancia siguiendo todos los procedimientos institucionales correspondientes. Los magistrados sostienen que existe documentación abundante sobre las irregularidades en la adjudicación de obras, y señalan que la defensa tuvo todas las instancias procesales necesarias para presentar pruebas y argumentos.
El paralelismo histórico que establece la militancia, aunque potente como herramienta política, encuentra importantes diferencias con la situación de 1955. En primer lugar, la actual condena surge de un proceso judicial en democracia, no de un gobierno de facto. Además, el marco legal vigente no implica la prohibición del partido político ni de su simbología. La existencia de recursos legales disponibles ante la Corte Suprema y el hecho de que la condena aún no está firme, marcan una distancia significativa con aquella proscripción histórica.
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La confirmación de la condena abre numerosos interrogantes sobre el futuro político argentino. Por un lado, está en juego el porvenir político de Cristina Kirchner, una de las figuras más influyentes de las últimas décadas. Por otro, el caso pone a prueba la credibilidad del sistema judicial argentino y profundiza la polarización en una sociedad ya dividida. El rol de la militancia en la defensa de líderes políticos también adquiere una nueva dimensión en este contexto.
El debate sobre si la condena a Cristina Kirchner constituye un acto de justicia o una proscripción política refleja la profunda división que existe en la sociedad argentina. Mientras unos ven el cumplimiento del estado de derecho, otros perciben una reedición de viejas prácticas de persecución política. Esta divergencia de interpretaciones seguirá siendo central en el debate público argentino, especialmente en un momento donde la justicia y la política parecen más entrelazadas que nunca.
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