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UNA MULTITUD SIGUIO EL FUNERAL DE JUAN PABLO II

Miles de fieles colmaron la Plaza de San Pedro para darle un conmovedor adiós al Papa. La ceremonia fue celebrada por el alemán Joseph Ratzinger, quien destacó “la entrega sin reservas hasta último momento” de Karol Wojtyla. Hubo un inmenso operativo de seguridad.

Por Radio Universo
UNA MULTITUD SIGUIO EL FUNERAL DE JUAN PABLO II

Emocionante e histórica. Así fue la despedida que más de dos millones de fieles le dieron esta mañana en la Plaza de San Pedro a Juan Pablo II, en una ceremonia que terminó con una ovación conmovedora cuando los restos de Karol Wojtyla fueron llevados hacia las grutas vaticanas para su inhumación.

Las campanas de la Basílica de San Pedro marcaron el comienzo del funeral, a las 4.45 de Argentina. Momentos después, el cuerpo de Juan Pablo II fue depositado en el atrio. Estaba dentro de un ataúd de ciprés, de color claro y que apenas llevaba como ornamento una M de María. Arriba se colocó un gran Evagelio abierto.

El encargado de presidir la ceremonia fue el cardenal Joseph Ratzinger, quien aseguró durante la homilía que Karol Wojtyla “quiso entregarse sin reservas hasta el último momento”.

Ratzinger calificó a Juan Pablo II como “nuestro desaparecido y querido Papa”, al tiempo que realizó un repaso por la vida del Pontífice, desde sus días de obrero en una fábrica de la Polonia ocupada hasta su conmovedora aparición en el Vaticano el domingo de Pascua.

“Fue un sacerdote hasta el final”, dijo Ratzinger, quien fue interrumpido por los aplausos de los fieles en al menos diez oportunidades durante la homilía. “Ofreció su vida por Dios y su rebaño, especialmente en el sufrimiento de sus meses finales”, completó el cardenal alemán.

La ceremonia estuvo repleta de simbolismos. La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, la inició una joven chilena en español, para dar lugar después al canto de unos versos de los Salmos “El señor es mi pastor”.

Más tarde, representantes de Kenia, Burkina Faso, México y una familia polaca residente en Wadovice, la tierra natal de Karol Wojtyla, subieron al altar principal, mientras abajo la multitud pedía la santificación de Juan Pablo II al emocionante grito de “Santo, ya” .

A un costado del atrio, más de 200 líderes mundiales presenciaron la ceremonia. Entre ellos, estuvieron el presidente estadounidense, George W. Bush, así como los jefes de Estado de Francia, Alemania, España e Italia, entre otros.

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El cierre de la ceremonia fue conmovedor. Ante la ovación de los fieles y el sonido de las campanas de la Basílica de San Pedro como fondo, doce silleros cargaron el cuerpo de Juan Pablo II y lo llevaron hacia las grutas vaticanas para su inhumación.

El entierro, que estuvo vedado a la prensa, fue seguido por unos pocos cardenales. Los restos del Pontífice, tal como había solicitado, fueron colocados directamente sobre tierra en lugar de un sarcófago. Sobre ellos se colocó una lápida de mármol de carrara con el nombre que adoptó Karol Wojtyla al asumir el Pontificado.

Antes del funeral, el cuerpo del Papa había sido introducido en el sencillo ataúd durante una ceremonia íntima que contó con la presencia del cardenal camarlengo, el español Eduardo Martínez Somalo, y el secretario personal de Juan Pablo II durante 40 años, monseñor Stanislaw Dziwisz.

Según informó el Vaticano, la tumba de Juan Pablo II recién podrá ser visitada por los fieles a partir del lunes. La Basílica de San Pedro, en tanto, reabrirá sus puertas mañana.

Karol Wojtyla murió el sábado a las 21.37 y sus restos mortales fueron expuestos en el Palacio Episcopal de la Santa Sede y en la Basílica de San Pedro a los peregrinos de todo el mundo, que le rindieron un conmovedor homenaje después de esperas de hasta 15 horas en una larga fila que serpenteó por el Vaticano y su zona adyacente.

Las autoridades italianas pusieron en marcha un dispositivo de seguridad sin precedentes para el funeral, considerado el más multitudinario de la historia. Del operativo participaron alrededor de 40 mil personas, entre agentes de seguridad del Estado (incluyendo a mil francotiradores), voluntarios y empleados municipales.

Las precauciones llegaron a tal nivel que el espacio aéreo romano estuvo cerrado durante las tres horas que duró el funeral. Asimismo, el tráfico de autos en el casco urbano fue prohibido, debido a la avalancha de peregrinos que prácticamente duplicaron la población de la capital italiana en la última semana.

Fuente: CLARIN digital

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