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SERIAS DUDAS SOBRE LA MUERTE DE UN EX EMPLEADO DE EMPRESA DE BATERIAS

Los familiares indican que murió de cáncer en la cabeza debido al plomo que le ingresó al organismo mientras trabajaba allí • El joven fallecido había denunciado las irregularidades en 1999 • Otro ex empleado dice que se enfermó en la fábrica

Por Sergio Maineri
SERIAS DUDAS SOBRE LA MUERTE DE UN EX EMPLEADO DE EMPRESA DE BATERIAS

El ex trabajador de la fábrica Merplac, Emilio Adolfo Vera, habría fallecido por causas relacionadas a su exposición al plomo en la planta que conduce el empresario Miguel Espíndola en el Sector Industrial Planificado. Un compañero del fallecido también denuncia haberse enfermado por el trabajo en la fundidora de plomo.
Emilio Vera trabajó con Espíndola y su otro socio Pserga durante un año: desde marzo de 1998 hasta marzo de 1999. Durante este período tuvo una buena relación con los dueños de la empresa, a quienes ayudó hasta con material de trabajo. “Una vez se llevó una soldadora de casa para trabajar en la planta”, recordó la madre de Vera.
De la noche a la mañana a Vera se le termina el trabajo con la fábrica y queda en malas relaciones con Espíndola, quien –según sostienen familiares– le habría quedado debiendo una quincena. Pero no sólo fue este el recuerdo que se llevó de la empresa, sino que también se habría llevado consigo una importante cantidad de plomo en sangre que se terminó transformando –también según cuentan los familiares– en el elemento fundamental que lo condujo a la muerte por cáncer en la cabeza, el 1 de agosto de 2000.
El propio Vera había realizado una nota en este semanario el 24 de mayo de 1999, en la que explicaba que Espíndola no cumplía con las normas de seguridad laborales. Allí aseguraba que fue despedido luego de que le realizaran un examen en su salud y que ya tenía afecciones físicas producto del trabajo en la fábrica. “Los resultados de mis exámenes dan que tengo 75 mega gramos de plomo por centímetro cúbico de sangre”, contó el infortunado Vera, quien ya daba cuenta de un problema existente en su salud que se terminaría traduciendo en esa enfermedad fatal que acabó con su vida un año más tarde.
Emilio Vera murió el 1 de agosto de 2000, y según la madre tenía cáncer en la cabeza, producido por “el trabajo en esa planta de baterías”. “El estaba totalmente enojado con la empresa y quería que se hiciera todo lo posible para cerrarla”, siguió explicando la madre. El joven, que tenía 38 años al momento de su muerte y una hija de tres, fue atendido en el Hospital Posadas, que es donde figura toda la documentación sobre su caso.

Ya está en la justicia
Lo sucedido con Vera ya figura en la Justicia Federal debido a que la vicepresidente del cuerpo de concejales, Inés Ghione, realizó una denuncia con el caso de Vera. En principio no la quisieron incorporar al enorme expediente que ya existe en la causa contra Espíndola, pero luego tuvieron que acceder ante la presión pública.
Allí la mujer hizo saber de los antecedentes que figuraban sobre esta fábrica. “Nos informó una persona en el Concejo que Vera se había muerto por una enfermedad adquirida mientras trabajaba en la fábrica. Al día siguiente me acerqué a la Fiscalía Federal para que la justicia investigue si realmente las causas de la muerte son las que se dicen”, afirmó la edil de la UCR.
Lo estipulado por Ghione se sumará al expediente iniciado con una denuncia anónima en donde se expresan estas anomalías en las que incurre la empresa Merplac.

Más gente enferma
A lo ya expresado con lo sucedido con Vera se le sumó una denuncia de otra persona que fue conocida del fallecido y que trabajó con él en la empresa. Se trata de Javier Otero, que estuvo cumpliendo labores en la planta durante dos años y denunció los manejos en los que recaía Espíndola habitualmente. “Yo trabajaba primero en el armado de baterías y luego pasé al galpón que está en la parte de atrás, donde se funde plomo. Allí trabajábamos ocho horas y a veces más, pero sin francos porque nos amenazaban que nos iban a despedir si nos tomábamos un franco”, dijo el ex trabajador Otero, quien hoy tiene 41 años.
En la planta trabajaban cerca de 20 personas, y muchas de ellas iban rotando, ya que nadie trabajó demasiado tiempo en el lugar.
Otero por su trabajo en la planta de Espíndola adquirió enfermedades producidas por el plomo, entre ellas la denominada plumbemia, que tiene como síntomas iniciales los mismos que manifestaron otros trabajadores en sus relatos. “Empezaba con dolores de estómago y fuertes descomposturas. Yo estaba trabajando, me descompuse y me atendió el médico de la fábrica –de apellido Pisani– y él me decía que yo no tenía nada, me daba una buscapina compuesta y me mandaba a trabajar de nuevo”, contó Otero, que seguía trabajando con su descompostura igualmente. “Luego de eso terminé internado dos veces en el hospital y allí me hicieron análisis y me dijeron que tenía plumbemia”, recordó Otero.
Pero los problemas para Otero no concluyeron allí, ya que fue despedido de la fábrica y cuando fue a buscar su historia clínica al Dubarry no se la quisieron dar. “A Vera y a mí nos despidieron porque estábamos enfermos de trabajar allí. Yo continúo con problemas en el hígado por la contaminación del plomo”, contó el ex trabajador, quien cobraba por sus labores diarias algo más de 200 pesos por quincena.

Sabían de las inspecciones
Otero recalcó lo que ya afirmaron varios: que no existen elementos mínimos de seguridad en el trabajo en la planta. Los trabajadores no utilizaban para protegerse ni guantes, cuando lo que hacían eran labores con el plomo líquido que estaba fundido. “Nos quemábamos las manos y las máscaras eran un desastre; es más, si usé tres máscaras en los años que estuve fue mucho, pero a nosotros nunca nos dieron bolilla. Espíndola no se quiere dar cuenta de que está jugando con la vida de la gente o tiene mucho poder”, afirmó el ex trabajador, que actualmente cumple funciones en los planes Trabajar y cría a sus cuatro hijos.
Según denunció, Espíndola no cumplía con ninguna norma laboral ni ambiental existente y describió la actividad que le encomendaban a la hora de llegar las inspecciones, que –según Otero– eran conocidas de antemano por el dueño (ésta es una afirmación que también hizo en su momento el fallecido Vera). “Iban a revisar el tema de la fábrica, pero nosotros sabíamos una semana antes que iban a ir, ya que nos decían que limpiáramos todo el galpón de fundición, y allí aparecían las máscaras y otras protecciones, pero después te las sacaban. Los hornos andaban a media máquina porque si andaban a full sacaban humo por todos lados. Una vez fueron los de la DGI y hacían esconder a la gente en el campo para que no las vieran, y todos obedecían porque sino los echaban. En todo esto hay un teje y maneje que no se entiende”, contó Otero, quien también informó que trabajaban allí algunas personas que eran bolivianas, posiblemente indocumentadas.

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Saturnismo
Se llama así al envenenamiento que se produce en el cuerpo humano cuando el plomo penetra en él. La vía de entrada al organismo puede ser cutánea (piel), inhalatoria u oral. El plomo bloquea primero la síntesis de hemoglobina y el efecto es la anemia, alterando el sistema de transporte de oxígeno a la sangre y hacia los órganos del cuerpo, acumulándose en los huesos de donde tarda 30 años en ser eliminado.
No sólo puede afectar al individuo que trabaja con el plomo sino también a los usuarios y a los familiares de los obreros. Se agrupan en cuatro grandes síndromes: Síndrome neuropsiquiátrico: vómitos ,convulsiones, parálisis, cefaleas, impotencia sexual e insomnio. Por tratarse el plomo de un metal neurotóxico puede provocar encefalopatías graves que impliquen la muerte de la persona o daños irreversibles en su salud; síndrome gastrointestinal: constipación, inapetencia, cólicos, dispepsias, espasmos, síndrome pseudoulceroso; Síndrome hematológico: anemia microcítica e hipocrómica y Síndrome urinario: glucosuria , aminoaciduria

Fuente: Semanario Nuevo Cronista

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