La jura más violenta del conurbano: volaron sillas y terminó en escándalo
El clima previo ya era áspero. La presencia de militancias activas dentro del recinto y los cánticos que acompañaron el inicio de la jura encendieron una mecha que no tardó en explotar. Los festejos partidarios fuera de protocolo derivaron primero en insultos y chicanas y, luego, en una pelea abierta: empujones, trompadas, patadas y sillas arrojadas entre dirigentes, militantes e incluso asistentes ajenos a la disputa.
Los videos que circularon en redes sociales exponen la magnitud del caos. En una de las secuencias se observa a un grupo rodeando a un militante y golpeándolo sin posibilidad de defensa. En otra, se distinguen sillazos lanzados a través del recinto mientras concejales intentan, sin éxito, pedir calma. La jura quedó suspendida, el recinto fue evacuado de manera improvisada y la escena dio paso a denuncias penales en la fiscalía local.

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El saldo físico fue inmediato. Un militante con fractura de mandíbula y otra participante con múltiples golpes, según relató la edil electa María Amoroso, evidencian que la violencia dejó de ser gesto y pasó a ser acción concreta. Los ataques grupales y la falta de control interno del HCD consolidaron la postal de una institución sin capacidad para contener su propia ceremonia inaugural.
Lo ocurrido, además, reactivó en la memoria institucional un antecedente incómodo: los disturbios de mayo de 2018 en el Concejo Deliberante de Mercedes. Aquel día, mientras se trataba la adhesión al Pacto Fiscal propuesto por la gobernación de Vidal, el oficialismo local buscó impedir su aprobación, pero la oposición consiguió el aval por 10 a 8. La votación desató gritos, empujones y también sillazos dentro y fuera del recinto. La tensión escaló al punto de suspender la sesión y exponer, a cielo abierto, una fractura política y social que excedió el expediente.
La conexión entre ambos episodios no es anecdótica. La degradación de la convivencia parlamentaria, el ingreso del conflicto callejero en el recinto y la normalización de la violencia como mecanismo de presión muestran un patrón que atraviesa bloques y geografías. El HCD, que debería ser el espacio del debate reglado y del equilibrio institucional, se convirtió otra vez en escenario de confrontación brutal.
El arranque del período deliberativo quedó así marcado por un mensaje inequívoco: el conflicto no espera, irrumpe. La política partidaria, lejos de administrar la transición, eligió exhibirla en clave de combate. Reconstruir la autoridad institucional después de una jura convertida en ring no será solo tarea de reglamentos, sino de una cultura política que hoy parece más inclinada a golpear que a escuchar.


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