LA BASILICA DE LUJAN ENTRE MANTENIMIENTO Y PRESERVACION
En realidad, esa noticia partió de un informe sumamente serio y profundo realizado por los arquitectos Jorge Gazaneo y Rodolfo Morello, cuyo estudio ganó un concurso de arquitectos en agosto de 1998, para el diseño de un plan director de obras en el templo religioso. Para ese entonces, el edificio había sido declarado Monumento Histórico Nacional.
Estos profesionales reunieron a un equipo interdisciplinario (con asesores extranjeros) porque no sólo analizaron el estado del edificio sino también de los vitraux, el órgano y demás elementos que hacen al conjunto. La tarea, por contrato, tenía una duración de tres años, tiempo estimado para definir los pasos de una restauración.
En 1999, mientras desarrollaban su trabajo, Morello y Gazaneo dialogaron con una alumna del Magisterio de la Escuela Normal, en el marco de una tarea final. Este medio accedió a esa labor, valiosísima para el deabte actual sobre el estado del Santuario.
En ese informe, Morello resumió sus objetivos: “Poner el edificio en condiciones, con autorización explícita del arzobispo para la remoción de todo lo que no sea original. Lo siguiente es un trabajo que no termina nunca. De hecho, nuestro contrato por tres años prevé ampliaciones relacionadas con el mantenimiento”.
Junto a los profesionales se encontraba otra arquitecta, Mabel Scarone (jefa de una Cátedra en la UBA), quien analizó el planteo inicial del trabajo escolar que hoy, a la luz de los acontecimientos, toma enorme fuerza: “Sin la Basílica, Luján no es Luján”.
“Es una hipótesis que considero obvia. Si en un pueblo como éste omitís un monumento, una función, una concentración de fieles de la dimensión que tiene, es obvio que sin la Basílica hay que imaginar otro Luján completamente distinto. Es un hipótesis tan válida como obvia. Una arquitectura de esta escala modifica totalmente su entorno, pero sobre la arquitectura está su función, que potencializa el sentido del pueblo”.
El Arq. Jorge Gazaneo destacó “entre otras cuestiones, que hay que tener en cuenta el significado visual que plantea un monumento de esta escala para una ciudad con vocación horizontal que, espero, la siga teniendo. Muchas ciudades del país, interpretando mal la palabra progreso, inmediatamente se inclinan hacia los edificios verticales que después vibran ante cada golpe de viento”.
Gazaneo analizó a la ciudad como “dos Lujanes”: el que plantea la Iglesia y el Luján del sector de la Estación. “Sin embargo, tienen una conformación que les da unidad en función de esos dos polos”.
En ese marco, el arquitecto aseguró que “la Basílica le da identidad a Luján, algo que es importante. Por eso, el valor de los edificios como éste trasciende lo histórico y entra en lo cultural, lo cual hace importante el tema de la preservación. Si la identidad hace a la imagen de la ciudad, hay que preocuparse por su estado”.
Gazaneo consideró a la preservación de la Basílica como “un punto flojo” dentro de la tradición cultural argentina, “donde a la mayor parte de los edificios se los construye y ahí quedan. La mayor parte del patrimonio nuestro tiene cien años. Este es un patrimonio del siglo XIX y ya está cumpliendo los años que explican sus achaques. Eso hace fundamental la intervención”.
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COMO SEGUIR
El trabajo sobre el edificio es delicado. Por ello, para los arquitectos era primordial fijar un plan de acción. “Es importante que exista, con el paso del tiempo, lo que nosotros llamamos planes directores de conservación y de intervención, porque en los edificios, a lo largo del tiempo, cambian las técnicas y hasta los niveles de confort que exige un usuario. En las catedrales góticas europeas se sufría un frío fenomenal, pero a nadie le importaba porque el frío era tomado como algo que había que superar”.
“Las costumbres cambiaron y la tecnología del confort exige que se incluya, aún en edificios que nos vienen legados del pasado. Eso implica una forma de intervención muy especial porque no puedo colocar radiadores en la Iglesia. En Europa, por este tema, hace poco se terminó toda una renovación gigantesca en las catedrales góticas para instalar sistema de calefacción. Insisto con esta característica porque ésta es copia del goticismo. Dentro de esos edificios no se ve un solo radiador. Todo se hizo disimulado de modo que uno siente el calor pero no sabe de donde viene. Se trató de un intervención con técnicas modernas, pero respetando el planteo de los edificios antiguos”, ejemplificó Gazaneo.
Sobre esa cuestión, agregó: “Esto que narro como valor dentro del gótico, también lo tiene en el neogótico (como la Basílica), obra del siglo XIX que imita las formas de un pasado. Aquí una intervención que diera niveles de calor o frío para dar confort a la feligresía implicaría el mismo trabajo”.
También habló de agregados que “fueron resolviendo problemas puntuales pero no están comprendidos e incluidos en un plan totalizador, director. Eso es lo que estamos haciendo”.
Los técnicos elaboraron un “plan director” para cuando se termine la conservación del edificio. “Hace cien años que ni se lo toca y si se lo ha tocado se hizo mal. Parte de los deterioros que tiene son por malas intervenciones. Fueron hechas con buena voluntad, pero por un albañil al que le dijeron que había que cambiar tal caño y él -a su leal saber y entender- lo hacía. Cambiar un caño acá no es lo mismo que en mi casa. Se tiene que respetar una gran cantidad de matices”.
“El plan director -comentó-, una vez terminada la conservación del edificio, intentará dejar una especie de código de mantenimiento. Allí deberá constar que todos los años se debe hacer tal cosa; cada tres años tal otra, cada diez otra cosa, cada cincuenta otra y cada cien otra obra. Igual que los automóviles, tiene que existir una cartilla en la que uno va tildando los services. Un edificio y mucho más éste, son como un automóvil”.
En ese año, Gazaneo aspiraba a que “a través de este trabajo, en paralelo con la intervención, se forme gente que quede e integre un grupo técnico que haga los siguientes. Alrededor de los grandes edificios europeos, hay padres e hijos que se transmiten el conocimiento. Eso, en edificios complejos como éste, es vital”.
A modo de conclusión, indicó que “en base a mi experiencia, lo que ocurre en la Argentina con los monumentos históricos no nos extraña. Esto pasó, por ejemplo, en Estados Unidos. Por ser países de inmigración, se tarda en tener conciencia de lo que es como Nación. En las nuevas generaciones recién se está dando esa conciencia”.
“La Basílica es uno de los tantos edificios que son documento de la situación de un país de inmigración. El patrimonio es como un libro, como un acta”, dijo.
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El ejemplo de las rampas
Las rampas de los laterales del templo son uno de los ejemplos de una intervención realizada sin el debido estudio previo. “Es una de las primeras cosas que tenemos que hacer desaparecer. Vale la intención, porque en los edificios debe existir la nueva filosofía de dar participación al minusválido. Hay que pensar en la accesibilidad, sobre todo a los monumentos, y hay toda una especialidad en ese trabajo”, dijo Gazaneo.
Con todo, pre
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