El Colón aclamó al genial mimo

Un público que al finalizar la supuesta función de gala dejó al margen cierto formalismo para culminar coreando un “olé, olé”, cántico más familiar en el mundillo del deporte o del rock que de una noche de lujo como la que se vivió anteayer en el Colón.
Lujo porque el discípulo de Etienne Decroux tiene la capacidad de imaginar situaciones que toman vida. El público ve lo que dibujan su mente y su cuerpo. El público oye esos latidos. Así de sencillo y así de complejo.
En la rutina de noventa minutos que se presentó bajo el título “La despedida”, Marcel Marceau expone su enorme sensibilidad en medio de un espacio vacío y un respetuoso silencio de teatro a lleno. En una entrevista recientemente publicada en la revista de LA NACION, el maestro había dicho que “en el silencio el mimo descubre el arte de hacer vivir el pensamiento”. A juzgar por los resultados, la razón está de su lado.
Es que este artista de 82 años mantiene el don de su arte y el don de atraer multitudes (sin ir más lejos, los organizadores programaron una nueva función para el próximo lunes en el Gran Rex).

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