Con una misa, arrancó el primer día del Cónclave
Con la misa celebrada a las 10 de la mañana (las 5 en la Argentina) por el decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, en la Basílica de San Pedro, el Vaticano dio inicio oficial al primer día del Cónclave, que tendrá a su cargo la elección del nuevo Papa en Roma.
A la misa denominada “Por la elección del Romano Pontífice”, retransmitida en la Plaza de San Pedro, asistieron también, aparte de los cardenales, centenares de habitantes de Roma y muchos turistas.
Durante su homilía, Ratzinger dijo que este momento es para la Iglesia “una hora de gran responsabilidad”, y pidió a Dios que “nos dé un nuevo Papa que nos guíe hacia el conocimiento de Cristo”.
“En estas horas, sobre todo, pedimos con insistencia a Dios para que tras Juan Pablo II nos done de nuevo un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría”, afirmó Ratzinger, ante los otros 114 cardenales que participarán en el Cónclave y los fieles reunidos en la Basílica.
Ratzinger agregó que “tener una fe clara, basada en el credo de la Iglesia, se suele considerar hoy día como fundamentalismo'. El relativismo, que es dejarse llevar por cualquier vaivén de las enseñanzas, parece hoy la única actitud aceptable. Estamos avanzando hacia una dictadura del relativismo que no reconoce ninguna certidumbre y que tiene como su principal objetivo el propio ego y los propios deseos''.
Esta tarde en Italia, poco después de las 11 en la Argentina, los 115 cardenales con derecho de voto, todos menores de 80 años, procedentes de todo el mundo, entrarán en la Capilla Sixtina del Vaticano cantando el “Veni Creator”, una oración para invocar al Espíritu Santo durante el Cónclave.
El encuentro es ultrasecreto, de duración incierta, para elegir al Papa que guiará a los 1.100 millones de católicos del mundo.
El mismo se llevará a cabo en la Capilla Sixtina, donde los cardenales decidirán mediante votación quién sucederá a Juan Pablo II, fallecido el 2 de abril a los 84 años, tras casi 27 de un pontificado tan mediático como centralizador.
Las puertas de la Capilla se cerrarán definitivamente luego del tradicional “íExtra Omnes!” (fuera todos), que expulsará del Cónclave a todas las personas no autorizadas y pondrá fin a la retransmisión televisiva del evento.
A partir de ese momento, la única comunicación de los cardenales con el exterior será el humo que saldrá dos veces al día, al mediodía y a la tarde por la chimenea de la estufa instalada dentro de la capilla en la que se quemarán las papeletas de las cuatro votaciones previstas: dos por la mañana y dos por la tarde.
La fumata será negra cuando las votaciones sean infructuosas y blanca cuando los cardenales hayan elegido al nuevo Papa, anuncio que irá acompañado por primera vez del repique de las campanas de San Pedro.
Aunque la duración del Cónclave es objeto de un intenso debate entre los periodistas y los entendidos, la mayoría coincide en que durará tres o cuatro días, es decir ni demasiado breve para no dar la impresión de que está todo pactado, ni demasiado largo para que no parezca que hay división en la Iglesia.
Las 12 reuniones en congregación general que mantuvieron los cardenales desde la muerte de Karol Wojtyla, conocidas como pre-cónclave, sirvieron para definir el perfil del candidato, aunque muchos expertos coinciden en que no hay todavía consenso en torno a ninguno.
El “dogmático” cardenal alemán Joseph Ratzinger, partidario de una Iglesia centralizada y una Curia poderosa, parece ser de entrada el candidato mejor situado, seguido del arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, apoyado por el bloque “reformista” defensor de una Iglesia más colegiada que lidera Carlo Maria Martini.
Los cardenales podrían partir de este binomio Ratzinger-Tettamanzi pero si al cabo de las primeras votaciones no hay consenso en torno a uno de los dos, entrarán en la competencia otros candidatos alternativos, quizá del tercer mundo, donde están concentrados la mayoría de los fieles.
Esa podría ser la oportunidad de dar la sorpresa para algún purpurado latinoamericano, como ocurrió en 1978 con el entonces desconocido cardenal polaco.
El Papa será elegido por una mayoría de dos tercios de los electores presentes, es decir 77 votos de 115, pero a partir de las 33 ó 34 votaciones, el Cónclave podrá recurrir a otros sistemas más rápidos.
Cuando haya nuevo Pontífice, éste elegirá su nombre, se enfundará su hábito blanco y el protodiácono chileno Jorge Arturo Medina Estévez lo presentará al mundo con la ancestral fórmula “Habemus Papam”.
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