“Día de la memoria agradecida”: ¿Respeto o contradicción al legado de Francisco?

El bloque oficialista Unión por la Patria presentó un proyecto en el HCD para declarar el “profundo pesar” por el fallecimiento del Papa Francisco y, a la vez, instaurar cada 21 de abril como el “Día de la Memoria Agradecida” en Mercedes. El gesto, cargado de simbolismo, invita a preguntarse si responde a un sincero homenaje o si, en cambio, roza el oportunismo político.
Francisco, a lo largo de su papado, fue claro en su rechazo a los honores personales. En múltiples ocasiones pidió que no se hicieran de su figura un objeto de culto ni se desviara la atención de los verdaderos protagonistas de la historia: los pobres, los olvidados, los que luchan en silencio. En una entrevista de 2016, dijo explícitamente: “Prefiero que me recuerden como un buen tipo que intentó hacer algo”. Su testamento espiritual también apuntaba a la humildad: había pedido que, al momento de su muerte, sus funerales fueran sencillos y austeros.

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Hoy, durante sus funerales, podemos ser testigos de esa humildad que Francisco pretendió. Sus restos son despedidos en una ceremonia sobria, despojada de honores desmedidos, respetando al detalle las instrucciones que dejó por escrito: sin ostentación, con la sencillez de quien quiso ser recordado como un “servidor de los pobres”. Ni los protocolos ni los símbolos grandilocuentes que suelen rodear estos eventos pudieron empañar ese deseo de austeridad que marcó su vida hasta el final.

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En ese contexto, resulta legítimo preguntarse: ¿hubiera querido Jorge Mario Bergoglio que su nombre quedara institucionalizado en una fecha oficial? ¿O hubiese preferido que la “memoria agradecida” se tradujera en actos concretos de justicia social, solidaridad y servicio a los demás, sin necesidad de decretos ni aplaudidores circunstanciales?
La propuesta, además, se presenta en un año electoral, donde la construcción de gestos simbólicos suele mezclarse con la búsqueda de réditos políticos. Un proyecto de estas características, aunque seguramente cargado de buenas intenciones, puede terminar vaciándose de contenido real si no se sostiene en un compromiso diario con los valores que Francisco encarnó: el trabajo por los más vulnerables, la fraternidad entre los pueblos y el cuidado de la “casa común”.
Más que un homenaje formal, el Papa probablemente hubiese preferido que cada 21 de abril no se lo recordara a él, sino que se multiplicaran las acciones concretas en favor de quienes más sufren. Ese sería, tal vez, el verdadero acto de “memoria agradecida”.


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