Perseguidos y perseguidores
El rol de los trabajadores de prensa hace que los mismos se sientan a veces perseguidos y perseguidores, sentimientos y actitudes que se unen en su origen de ser parte de un medio de comunicación entre víctimas y victimarios y la sociedad, que los incluye a todos, tengan acceso o no a esos medios en que trabajan.
El 20 de febrero de este año mientras circulaba en bicicleta por calle 29 y 22 se me cruzó en el camino una camioneta 4 x 4 Toyota en forma brusca, conducida por Miguel Angel Espíndola, uno de los dueños de Merplac, una fundición de plomo ubicada en el Parque Industrial de la Municipalidad de Mercedes, que actualmente por la contaminación que genera en el ambiente su trabajo con el plomo.
Hoy, miércoles 5 de mayo me despierta una persona golpeándome la puerta, temprano por la mañana, para saber si estaba bien. “Algo dormido”, le contesté. Luego tomamos unos mates y me contó que sabía muy bien que, en un barrio de las ciudad, el citado Espíndola estaba buscando quien “lo cague a trompadas a Cristian Falabella”, uno de los periodistas que estaba trabajando en FM Mercedes mientras se sucedían, hasta hoy y desde el viernes pasado, las manifestaciones de supuestos trabajadores de Merplac perjudicados por la clausura.
Enojados con el medio de comunicación, enojados con el mensajero.
Hoy es miércoles todavía, por la noche. Radiqué una denuncia que mañana pasará a la UFI 5, a cargo de María Inés Carlés, que la caratularía como amenaza o intimidación. Son las 23.40 y decido escribir este artículo, algo de metaperiodismo para que aleje de mí el fantasma de la ambivalencia entre el perseguido y el perseguidor. Y el miedo. Y el valor.
La empresa Merplac intentaba por estas horas interponer un recurso de quiebra en la Secretaría de Trabajo. Son las últimas informaciones sobre este caso que lleva años de relevo periodístico y varias fojas en una causa que se tramita en la Justicia Federal y actualmente está apelada por la Cámara de San Martín.
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