El oscuro legado de “El Exorcista”: La lucha de Linda Blair tras su icónico papel
Linda Blair, nombre que resuena en la historia del cine de terror, saltó a la fama mundial en 1973 con su interpretación de Regan MacNeil en “El Exorcista”. Seleccionada entre 600 aspirantes, la joven de 14 años se convirtió en el rostro de una de las películas más impactantes del género. Sin embargo, lo que parecía ser el inicio de una carrera estelar se transformó en un camino lleno de obstáculos y desafíos personales.
El rodaje de “El Exorcista”, que se extendió por once meses, sometió a Blair a experiencias extremas que trascendieron los límites habituales de una producción cinematográfica. La actriz se vio expuesta a situaciones emocionalmente intensas, incluyendo la convivencia con una réplica macabra de sí misma y extensas sesiones de maquillaje que la transformaban en una entidad demoníaca.
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Las exigencias físicas del papel también dejaron huella en Blair. Recientemente, en la serie documental “Cursed Movies”, la actriz reveló que sufrió la fractura de una vértebra durante el rodaje, lesión que le provocó dolor crónico durante años y requirió una intervención quirúrgica tardía. Este incidente ejemplifica los métodos extremos empleados por el director William Friedkin, quien no dudó en someter a su joven protagonista a situaciones de riesgo en aras del realismo cinematográfico.
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El impacto psicológico de la experiencia fue igualmente profundo. Tras la finalización del rodaje, circularon rumores sobre la internación de Blair en un centro psiquiátrico, alimentando la narrativa de una supuesta “maldición” que perseguía a la película y a sus participantes. Estos rumores, posiblemente fomentados como estrategia de marketing, contribuyeron a difuminar la línea entre la ficción del film y la realidad de sus protagonistas.
Blair ha declarado en entrevistas posteriores que, aunque se mantuvo profesional durante la producción, su vida cambió drásticamente tras el estreno de la película. El estigma asociado a su papel como Regan limitó significativamente sus oportunidades en Hollywood, encasillándola en un tipo de personaje del que le resultó difícil escapar.
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La trayectoria de Linda Blair tras “El Exorcista” estuvo marcada por luchas personales, incluyendo episodios de depresión y adicciones. Estas dificultades subrayan el costo emocional que puede conllevar la fama precoz, especialmente cuando está vinculada a un papel tan intenso y controversial.
A pesar de los desafíos, Blair ha logrado reconstruir su vida y carrera, dedicándose en parte al activismo animal. Su historia sirve como un recordatorio de los riesgos inherentes a la industria del entretenimiento, especialmente para los artistas jóvenes, y plantea interrogantes sobre la ética de exponer a menores a experiencias potencialmente traumáticas en nombre del arte cinematográfico.
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