EL ARZOBISPO DE MERCEDES -LUJAN, MSR RUBEN DI MONTE MANIFESTO QUE “EL PAIS ESTA EN PELIGRO”
El sábado se realizó la habitual procesión desde la rotonda a la Basílica. El arzobispo Rubén Di Monte celebró la misa central. En la homilía recordó las conclusiones de la última asamblea episcopal.
En una Basílica colmada, el sábado por la tarde tuvo lugar la misa central que coronó el Día de la Virgen de Luján y las Fiestas Patronales. Minutos después de las 15 y encabezada por el arzobispo Rubén Di Monte, dio inicio la tradicional procesión desde la rotonda de la ruta 7.
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Mientras tanto, en el interior del Santuario varios sacerdotes se encargaron de rendir tributo a María, y con los fieles rezaron diferentes oraciones pidiéndole a la Virgen la más variada gama de milagros: que interceda por la salud de los más débiles o por el bienestar del país, fueron los más escuchados.
Tampoco faltó en esta ceremonia que varios curas bendijeran desde objetos religiosos -cruces, estampas, rosarios, velas y todo tipo de souvenir católico, apostólico y romano- hasta bienes materiales como llaves de casas y de automóviles.
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Tal como viene sucediendo en cada 8 de mayo, la imagen auténtica de la Virgen fue colocada en un pedestal en la entrada al altar mayor. Bien alta para que contemple a sus hijos y estos la adoren desde el llano. “Mirarla en silencio y dejar que ella nos mire”, propuso un padre a la gente, mientras aguardaban la llegada de la procesión para dar comienzo a la liturgia. A su lado fue ubicada la Virgen del Rosario del Río Blanco Ypay Ypay, traída especialmente desde la provincia de Jujuy.
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EL ENCUENTRO DE DOS IMAGENES
Señoras acongojadas, señores en silencio, contingentes de niños preocupados por esconderse en los confesionarios y ocultarse en los recovecos del edificio santo, jóvenes con remeras rockeras cargadas de símbolos un tanto herejes (cruces invertidas, leyendas satánicas, etc.), cientos de fieles y hasta un peregrino de 84 años que desde hace 73 llega a pie tres veces al año, fueron ocupando cada uno de los lugares de la nave central y los laterales del templo.
A las 15.35 las campanas empezaron a sonar con intensidad. La procesión estaba a punto de ingresar al santuario mayor que tiene la grey católica en toda América. La celebración religiosa comenzó 40 minutos más tarde de lo previsto: El tiempo que demandó a la procesión en cubrir los 600 metros de distancia entre la rotonda y la Basílica Nacional.
Al final hizo su entrada una réplica de la Virgen de Luján, el arzobispo Rubén Di Monte y todos los caminantes. Justo cuando desde el altar se estaban dando los avisos parroquiales, los megáfonos irrumpieron en el templo anunciando su llegada. Las “intenciones” -a esta altura- fueron tapadas por cánticos impulsados por los religiosos.
El encuentro de las dos imágenes fue conmovedor para la mayoría de los devotos. La auténtica, desde el pedestal, enfrentada a la réplica traída en andas. Alrededor, la gente y los sacerdotes mezclándose fervorosos.
La capacidad de los bancos fue insuficiente para la multitud que pugnaba por estar los más cerca posible de la imagen auténtica, pero un vallado metálico custodiado por un hombre de riguroso traje negro y handy en la mano, impidió que se traspasara ese límite.
Loas a la virgen, más cánticos acordes y un olor a incienso fueron anticipando el inicio de la solemne misa. Aplausos a la Virgen María matizaron la espera de Di Monte, quien se dirigió al camerino a colocarse las ornamentaciones para la misa.
PEDIDOS Y PREOCUPACIONES
Durante la homilía, el arzobispo de Mercedes-Luján dijo que “necesitamos de la Virgen como intercesora, como Madre de la Divina Providencia, la que prevé lo que nos hace falta”.
Pidió a los creyentes que tengan “paz en lo moral y en lo espiritual, en nuestras casas y en el país. Serenidad, mansedumbre, humildad, fuerza, fortaleza y esperanza. En lo físico, la salud, el trabajo, el pan, un techo digno y la fecundidad”. En lo arquidiocesano rogó “para que el corazón de nuestro sacerdote sea según el corazón del buen pastor y nuestro pueblo de Dios cumpla su misión evangelizadora”.
En otro tramo de su larga exégesis, Di Monte señaló que los problemas “no se van a solucionar enseguida” sino que “sufriremos por nuestras familiares, amigos o vecinos pero tendremos otra fuerza, otra esperanza: Sabremos del valor del sufrimiento para el cielo”.
También rememoró el “Milagro de la Virgen” y el rol que tiene la Virgen de Luján en la historia de esta nación al ser la Patrona de los argentinos. “Pensando en el país, hemos recibido con preocupación la reflexión que hicieron nuestros obispos en la última asamblea episcopal del año pasado cuando nos advirtieron: La Argentina está en peligro”.
En tal sentido, la alta autoridad religiosa sostuvo que la Iglesia observa con preocupación “la pobreza, la guerra de guerrilla, la violación de los derechos humanos, la inseguridad, la falta de trabajo, los odios que no se terminan, las divisiones que se prolongan, la indiferencia religiosa, la revolución social, el paganismo en las costumbres”.
Luego retomó su mensaje bíblico habitual. Ya al final de la misa se entregaron estampas bendecidas con pedacitos del manto que cubrió la imagen verdadera el año que pasó y en el reverso tenían escrita una antigua oración de la Iglesia omnipresente y siempre todopoderosa.
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