Crisis en Georgalos: el cambio de consumo que golpea a la industria local

La decisión de Georgalos de aplicar suspensiones rotativas en su planta de Victoria puso en evidencia un fenómeno que atraviesa a buena parte de la industria alimenticia: el mercado no se achicó de forma drástica, pero sí cambió su composición. El consumidor mantiene sus hábitos de compra, aunque orientados hacia opciones más baratas. Y en esa franja de precios, las golosinas importadas, especialmente las que llegan desde Brasil, ganaron un terreno que la producción nacional no puede sostener.

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El esquema anunciado por la empresa alcanza a unos 600 trabajadores organizados en tandas, que quedan suspendidas por períodos de quince días con ingresos reducidos. Para el personal, el ajuste es la consecuencia directa de un desplazamiento silencioso pero sostenido: no es que el público haya dejado de comprar este tipo de productos, sino que los reemplaza por alternativas que llegan desde afuera con costos mucho menores.
Esa diferencia no es solo cambiaria. La estructura impositiva que enfrentan las industrias de países vecinos, en particular Brasil, es mucho más liviana que la que rige en Argentina. Mientras la producción local carga con tributos nacionales, provinciales y municipales que se acumulan en cada etapa del proceso, los productos importados llegan al comercio con una carga fiscal significativamente más baja. Cuando esa brecha se mezcla con salarios devaluados, el resultado es obvio: la góndola se llena de opciones que la industria argentina no puede igualar.
En el plano laboral, los delegados de la planta cuestionan el procedimiento utilizado para firmar las suspensiones y advierten que se trata de un recurso que podría habilitar futuros recortes. El malestar se potencia porque, según los trabajadores, el acuerdo no fue discutido en asamblea y porque la medida llega después de conflictos gremiales previos. En este punto, la tensión interna se suma a un diagnóstico más amplio sobre la fragilidad del sector.

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El caso Georgalos no es aislado. En los últimos meses, distintos rubros industriales enfrentaron situaciones similares: producción sostenida, consumo estable, pero compradores que cambian de marca, dejan productos tradicionales y migran a alternativas más económicas, muchas veces del exterior. Para empresas con márgenes estrechos y costos crecientes, ese corrimiento alcanza para quebrar la ecuación.
Lo que ocurre en Victoria muestra con nitidez un problema que trasciende a una sola compañía. Cuando competir depende de enfrentar precios moldeados por estructuras fiscales ajenas y por condiciones productivas que ningún fabricante local puede replicar, el resultado se refleja en suspensiones, incertidumbre y plantas que operan por debajo de su capacidad. Un síntoma más de una industria que intenta sostenerse en un escenario cada vez más desigual.

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