Buscando a Cenicienta: la odisea burocrática de un ciudadano desesperado

Tres visitas, tres intentos, una historia que raya lo surrealista. Nuestro protagonista, cual caballero andante municipal, se enfrenta a una verdadera batalla burocrática donde el internet parece ser un recurso tan esquivo como el principe azul de los cuentos infantiles.

En su primera incursión, la respuesta fue lapidaria: “no hay sistema”. La segunda visita reveló un detalle digno de un sketch de humor: mientras su oficina supuestamente carecía de conectividad, las dependencias contiguas navegaban con la tranquilidad de un domingo por la tarde. El colmo llegaría en su tercera visita, cuando una funcionaria declaraba la ausencia de internet mientras su colega contigua exploraba Facebook con la misma libertad que Daniel Scioli piloteando su emblemática lancha.

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La escena municipal parece más un casting para una película de absurdos que una repartición pública. Funcionarios que atienden “en patas”, con una conectividad más errática que las promesas electorales y una actitud que desafía cualquier manual de atención al ciudadano.

El protagonista, con la ironía de quien ha perdido la esperanza pero no el sentido del humor, lanza una invitación al intendente: “Busque maestro, le dejo las fotos de los piecitos de la princesa municipal”. Una metáfora que condensa toda la frustración ciudadana.

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La crítica trasciende los límites partidarios. No se trata de kirchnerismo, radical o cualquier otra denominación política, sino de un problema estructural: la transformación de las oficinas públicas en territorios donde la mediocridad parece ser el único requisito de ingreso.

Mientras tanto, la burocracia continúa su baile, los trámites se acumulan y los ciudadanos siguen esperando que alguien, alguna vez, encuentre el zapatito de cristal de la eficiencia administrativa.