Alza desenfrenada de precios: de la tierra a la mesa, un abismo económico
En un paisaje donde los agroalimentos son protagonistas, febrero trajo consigo un inquietante panorama económico. Según el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) de la CAME, la distancia monetaria entre el campo y la góndola se amplió hasta alcanzar una multiplicación por 3,4 veces del valor, con el consumidor desembolsando $3,4 por cada $1 que recibe el productor.
Los datos del IPOD revelan que la participación del productor en los precios finales promedio apenas alcanzó el 28%, marcando una preocupante tendencia. Dentro de este contexto, los productores de pollo lideraron la tabla con el 61,5% de participación, mientras que los de limón se ubicaron en la posición menos favorable con un escaso 10,1%.
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La brecha, que se manifiesta de manera más drástica en los productos frutihortícolas y ganaderos, ofrece un cuadro preocupante. El índice frutihortícola se incrementó en 4,9 veces, reflejando una reducción del 14,3% respecto a enero. En el caso del índice ganadero, el consumidor abonó 2,9 veces más de lo que percibió el productor, marcando una disminución del 10,3% con respecto al mes anterior.
Las cifras no dejan lugar a dudas: la baja en las ventas del rubro Alimentos y Bebidas, que descendieron un 33,3% anual en febrero según el Índice de Ventas Minoristas de CAME, refleja la caída del poder adquisitivo y la falta de adaptación de precios por parte del consumidor. Esta retracción en la demanda está causando estragos en toda la cadena de valor, con cada eslabón enfrentando incrementos de costos que amenazan su rentabilidad.
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En el espectro de las mayores brechas, destacan productos como el limón, el ajo, la manzana roja, el zapallito y la pera, todos con diferencias significativas entre los precios de origen y destino. Mientras que en el extremo opuesto, el pollo, el huevo, el repollo, la frutilla y el pimiento muestran menor disparidad entre ambos puntos de la cadena.
Este escenario deja entrever una compleja red económica donde la disparidad entre lo que recibe el productor y lo que paga el consumidor se agranda, poniendo en jaque la estabilidad del sector agroalimentario y la economía doméstica de los argentinos.
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