¿Controles viales o revancha? La mirada de Néstor Anito

En los últimos días, los operativos contra motociclistas se multiplicaron. Las multas por falta de documentación, falta de casco, fallas en luces y seguros vencidos se volvieron moneda corriente, al igual que el secuestro de motos que no cumplían requisitos básicos. Sobre el papel, Anito no solo avala estas medidas, sino que las considera imprescindibles para una ciudad que convive con maniobras temerarias, escapes abiertos y picadas que se vuelven un ritual nocturno en avenidas céntricas.

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Pero su postura no es complaciente. Según plantea, el problema no está en el control sino en su aplicación. Dice que los vecinos ven cómo algunos son demorados mientras otros pasan sin ser observados; cómo se permite que padres salgan de las escuelas con tres o cuatro personas en una moto; y cómo algunos funcionarios o militantes transitan sin casco sin que nadie los detenga. Ese contraste, afirma, socava cualquier intento de autoridad y alimenta una sensación de injusticia que se contagia rápido.
Anito apela a una experiencia personal para reforzar su posición. El año pasado, en 31 y 12, una moto lo embistió: iban sin casco, sin seguro, sin papeles y en un vehículo prestado. Dice que fue el casco lo que evitó un cuadro más grave y que ese día comprendió por qué la ciudad necesita controles que no dependan del calendario ni del humor social. Para él, el tránsito desbordado no distingue entre trabajadores y jóvenes imprudentes, y la norma debe ser pareja para todos.

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Aun así, reconoce que la pregunta que flota en el aire no es menor. ¿Por qué el rigor apareció con tanta fuerza justo después de las elecciones nacionales? En Mercedes circula la idea de que el intendente Juan I. Ustarroz pudo haber endurecido la fiscalización como respuesta a un resultado político adverso. Anito no asegura nada, pero tampoco descarta que la coincidencia temporal le dé combustible a una lectura que muchos vecinos repiten. Cree que, de existir un trasfondo político, sería un error profundo usar el aparato municipal como herramienta disciplinadora en vez de revisar qué llevó a su espacio a perder apoyo.
Su mirada combina apoyo y desafío. Afirma que los controles deben continuar durante todo el año, sin avisos previos, sin excepciones y sin la discrecionalidad que, según relata, indigna a quienes sí cumplen. Entiende que muchos dependen de la moto para trabajar, pero sostiene que cumplir con la documentación y las normas no es un castigo sino una obligación mínima de convivencia. También señala que, si alguien sufre abuso de autoridad, la denuncia es el camino, no eludir controles anunciando por redes donde se encuentran los inspectores.

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En definitiva, su postura condensa una paradoja: está a favor del orden, pero no del modo en que se lo está imponiendo. Reclama que el municipio deje de actuar por ráfagas y adopte una política sostenida, imparcial y alejada de cualquier sospecha electoral. Desde su perspectiva, solo así Mercedes podrá salir de esta tensión permanente entre motos, ruido, velocidad y una comunidad que pide seguridad sin arbitrariedades.

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