Terror narco en Rosario: tras el asesinato de un empleado de estación de servicio la ciudad se estremece
El acto, un ominoso mensaje dirigido a las altas esferas gubernamentales santafesinas. Con la crudeza de la violencia, se ha hecho manifiesta una declaración de guerra, no por territorio, sino contra las figuras de Maximiliano Pullaro y Pablo Cococcioni.
Esta fatídica escena se suma a la letanía funesta que ha marcado recientemente a la ciudad, con la pérdida de dos taxistas y el embate contra un colectivero, cuyo aliento abandonó su cuerpo tras una lucha de tres días contra la muerte.
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En el tejido de la investigación judicial, se teje la compleja urdimbre de estos sucesos, cuyas víctimas, lejos de estar ligadas al mundo del narcotráfico, parecen ser sacrificadas en un cruel ajedrez mafioso. La sombra del crimen, con su malevolencia, se expande en los oscuros pasillos del poder, envolviendo con su manto de terror la gestión de Pullaro y Cococcioni.
El operativo de la justicia, desplegado con vigor en los últimos días, ha arrojado la detención de veinte individuos adultos y un menor, todos ellos señalados por presuntas conexiones con los asesinatos de los taxistas Diego Celentano y Héctor Figueroa, cuyas vidas se extinguieron de manera prematura, sus cuerpos abandonados como mudos testigos en sus propios vehículos.
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En paralelo, once de los detenidos parecen estar vinculados al atentado contra Marcos D., el valeroso conductor de la línea K de trolebuses, cuyo destino quedó marcado por la violencia despiadada de unos pocos.
El cruel desenlace del empleado de estación de servicio, descrito por testigos como una escena salpicada de sangre y terror, revela la oscura mano de sicarios que, tras su cometido, se desvanecen en la oscuridad de la noche, dejando tras de sí un rastro de muerte y desesperación.
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El mensaje macabro, escrito en un papel que yace como un pergamino maldito, despliega sus palabras como dagas dirigidas al corazón del poder. La exigencia de derechos para los presos, la demanda de respeto y dignidad resuenan como un grito ahogado en el abismo de la desesperanza.
Ante este sombrío panorama, el Gobierno Nacional ha tomado medidas drásticas, enviando fuerzas federales para custodiar las calles y brindando apoyo logístico a través del Ejército Argentino.
La ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, en un intento por calmar las aguas turbulentas, ha convocado a una conferencia de prensa donde se delineará el “Plan de refuerzo contra la narcocriminalidad” en Rosario. Con palabras impregnadas de urgencia, Bullrich advierte sobre la escalada de la violencia que amenaza con consumir a la ciudad. En su mensaje, se percibe el clamor por una solución definitiva, una cura que cicatrice las heridas profundas que aquejan a Rosario, una urbe que, más que un torniquete, precisa un bálsamo para su dolor.
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