Sin casco, sin control, sin respuestas: el Estado ausente en las calles de Mercedes
Dos adolescentes internados, una moto destrozada y una comunidad que ya ni se sorprende. El siniestro vial ocurrido este miercoles por la tarde en la esquina de 12 y 49 —con dos menores gravemente heridos— no fue un accidente imprevisible. Fue, más bien, la crónica de un Estado ausente, que improvisa, simula presencia y evita el control sistemático del tránsito por razones que ya no son un secreto: incomodar lo menos posible, no molestar a ciertos sectores, no perder votos.

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La escena se repite en cada barrio: motos circulando con menores al mando, sin casco, sin papeles. Y no es una percepción. Según datos brindados por el Hospital Dubarry, en Mercedes hay un promedio de 12 siniestros viales por día, muchos de ellos protagonizados por motociclistas, en condiciones ilegales.
En este caso, además, el conductor de la camioneta involucrada huyó del lugar tras el impacto. Un dato que agrava aún más el cuadro: ni control, ni responsabilidad, ni reacción inmediata. Solo abandono.
Mientras tanto, desde el área de Seguridad Vial, las respuestas son siempre las mismas: campañas, entrega de cascos, charlas en escuelas, presencia en congresos. Acciones más pensadas para la cámara que para el control efectivo. ¿Quién fiscaliza que los conductores usen casco? ¿Cuántos operativos hubo esta semana? ¿Cuántas motos ilegales fueron retenidas este mes? Preguntas que no obtienen respuesta. O peor: se responde con actos simbólicos y promesas recicladas.

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La falta de control no es un error. Es una decisión. Una política que prefiere mirar para otro lado antes que asumir el costo de aplicar la ley. Se entrega un casco por TV, pero no se fiscaliza su uso. Se monta una campaña, pero no se garantiza la presencia policial en esquinas clave. Se convoca a una charla, pero nadie controla cuántos menores siguen circulando en moto.
El accidente de 12 y 49 no es un caso aislado. Es consecuencia directa de años de permisividad. No fue la mala suerte: fue la ausencia deliberada del Estado municipal en uno de los temas más críticos para la salud pública local.
Cada siniestro vial evitable que ocurre es una forma de violencia. Y la violencia también se ejerce desde el silencio, la omisión y la falta de decisión política.
En Mercedes, el tránsito mata. Y no lo hace solo la imprudencia: lo hace, sobre todo, la complicidad de un poder municipal que prefiere actuar como espectador antes que como garante del bien común.


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