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Salió a robar cables y apareció Muerto

El miércoles se cumplió un año de la desaparición del joven Héctor “Birra” Bases.
Su cuerpo apareció enterrado al costado de un camino vecinal, cerca de la localidad de Cortínez, 50 días después.
Hubo dos vecinos sospechosos que desde un primer momento se

Por FM Orion
Salió a robar cables y apareció Muerto

Lujan

Héctor Bases, más conocido por el apodo de “Birra”, era un humilde muchacho del barrio San Jorge que pasaba la mayor parte del día sin mucho para hacer. Como todo joven de 23 años, le gustaba la cumbia, su devoción por Boca y tomarse unas cervezas cada vez que “pintaba” la oportunidad. Hacía poco que había sido papá.
El miércoles hizo un año que sus familiares lo vieron por última vez con vida y otro tanto de un enigma que empezó a tejerse esa misma noche cuando se fue con dos vecinos a robar cables y transformadores para hacerse de unos mangos y así poder comprarse las zapatillas que tanto quería.
Junto con Gregorio Francisco “El Ciruja” Pérez y uno de sus hijos, Sixto “El Bocha” Pérez, los tres salieron en busca del cobre que tienen este tipo de equipos en su interior, pero sólo dos regresaron al barrio. El “Birra” no volvió, se lo había tragado la tierra, se había convertido en un desaparecido en tiempos de democracia, no hubo un rastro que pudiera ayudar a revelar un misterio que empezaba a agigantarse con el paso de los días.
Los familiares primero ensayaron un tibio reclamo que no logró conmover a la comunidad. Tal vez porque el “Birra” era pobre o quizás porque andaba con “malas juntas”, lo cierto es que la sociedad prefirió mirar para otro lado, les dio vuelta la cara olímpicamente.
El pedido de búsqueda llegó a la Policía que en un primer momento desestimó la gravedad del asunto. Pero el almanaque siguió avanzando y el paradero desconocido de Héctor Bases continuó alimentando un acertijo que ya era de difícil resolución.
El puñado de personas que insistió con el pedido de hallazgo terminó por convencer a los funcionarios policiales, y al regreso de una corta licencia del entonces comisario Luis Correale, el titular de Luján Primera puso en marcha un operativo de búsqueda que no recordaba precedentes.
Por tierra, agua y aire lo buscaron sin descanso pero los investigadores nunca le sacaron el ojo de encima al “El Ciruja” y al “El Bocha” Pérez, quienes se llamaron a silencio como si hubieran sellado un pacto de sangre entre padre e hijo por el resto de sus vidas.
Mientras tanto, el “Birra” seguía sin aparecer. “Ellos saben pero no hablan”, decían los familiares del joven de melena azabache. “Ellos saben pero les conviene no contar nada porque están hasta las manos”, decían por lo bajo los policías, presumiendo que eran cómplices de una muerte anunciada.
En el medio, un cúmulo de versiones de todo calibre. Algunos decían que el “Birra” se había ido “con una mina” y hasta no faltó el rumor señalando que “se lo habían comido los chanchos” que tenía “El Ciruja” Pérez en un chiquero al lado de su casa.

TEMIENDO LO PEOR
A medida que el tiempo transcurría, la esperanza de encontrarlo sano y salvo se desvanecía. Los familiares temían lo peor y no lo ocultaban. “Queremos aunque sea el cuerpo”, decían a coro cada vez que se presentaban en el despacho del comisario. No había rezo que pudiera mitigar tanto dolor ni santo, virgen o imagen religiosa que pudiera hacer el milagro pretendido.
50 días más tarde, Héctor “Birra” Bases finalmente apareció. Estaba muerto desde la misma noche que los familiares los vieron por última vez. Su cuerpo había sido enterrado a la orilla de un camino vecinal poco transitado, a algunos cientos de metros de la Ruta 7 y en las cercanías de la localidad de Cortínez.
Las autoridades policiales siempre dijeron que una persona que pasaba por el lugar fue la que dio aviso a la comisaría de la zona. Se trataba de un peón rural que dio cuenta de haber visto una forma extraña parecida a una mano sobresaliendo de un montículo de tierra removido recientemente.
Horas después, los restos de una persona vestida con un buzo azul, pantalón negro y zapatillas blancas fueron desenterrados del lugar. Si algo faltaba para confirmar que se trataba de Bases, esto se produjo al día siguiente cuando los familiares lo identificaron por un tatuaje que tenía en cuerpo.
¿Quién lo enterró? ¿Cómo murió? ¿Se electrocutó, se cayó o lo mataron a golpes? ¿Qué saben “El Ciruja” y “El Bocha”? ¿Qué callan padre e hijo? ¿Por qué se mantuvieron 50 días en silencio alargando la agonía sin sentido de los familiares? Estas son algunas de las muchas preguntas que aún hoy esperan una contestación y que, seguramente, seguirán por siempre sin tener respuestas.

Fuente: Noticias Orion

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