Mi fallida experiencia con el 147
Por CARLOS SOTO
Vivo en el barrio que se conoce genéricamente por “Acceso Sur”, un nombre que sirve para identificar las manzanas que van desde el Barrio Fabaloro hasta Noelandia. Una zona de la ciudad que, desde la construcción del portal que está sobre la ruta 5, hizo que quienes habitamos sus rincones pasáramos de sentirnos “afuera” a estar “adentro” de la ciudad.
Personalmente, esta sensación, se vio reforzada cuando decidieron señalizar el Acceso Manuel Sanmartin (Acceso Sur) con los pintorescos palitos amarillos que permitieron ordenar el tránsito, por un lado, pero también generar en quienes habitamos la zona la creciente costumbre de utilizar sus banquinas, ahora más seguras, para caminar.
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Soy vecino del barrio desde hace 20 años, y me acostumbré desde entonces a sentirme el último orejón del tarro del pueblo.
Por ejemplo, cada vez que hay un corte la luz grande en la ciudad, sé que seré de los últimos en recuperar el suministro. La densidad poblacional seguramente pondrá al tope de la pila los reclamos de vecinos que viven en zonas más populosas.
Aprendí que tengo que esperar al mes de septiembre para que el municipio arregle mi calle. Por suerte los estudiantes organizan sus bailes de la primavera en la zona y eso hace que los automóviles deban evitar el Acceso Sur y usar las calles paralelas. Mi casa está sobre la calle 61 Bis. Esta es una oportunidad única en el año para que otros vecinos de la ciudad vean el estado de mi cuadra y el municipio lo sabe. Entonces se anticipa a que el lamentable espectáculo que tengo frente a mi casa en este momento sea visto por muchos. Por suerte falta poco para la primavera. Además, este año hay elecciones.
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Así que, pareciera, no tengo más remedio que esperar todos los años a la primavera, cuando todo renace y florece, porque no existiría otra opción.
En el mes de marzo, el día 18 para ser más preciso, me entusiasmó una publicidad del municipio donde indicaba que se había puesto las pilas con el tema de la limpieza de frentes de terrenos. Era justo lo que estaba esperando desde hace años. Es que, no lo explique antes, puntualmente el problema que tengo en mi cuadra es que hay una propiedad frente a mi casa, de varias hectáreas, que ocupa una esquina, y cuya entrada principal está a la vuelta. Los propietarios no suelen transitar esta calle por lo que no ven la mugre que hay frente a su propiedad, ni el estado de la calle que, para su suerte, no necesitan transitar.
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Alguna vez conversé con el propietario, a quien conozco desde hace 47 años, pero me explicó que él no era quien debía dar una solución. Que la solución la debía dar el municipio.
Lo curioso es que cuando reclamé al municipio me explicaron lo contrario. Que el problema no era de ellos y que era el vecino el que se debía encargar de la limpieza. Una vez más me sentí el último orejón del tarro.
Pero la publicidad del municipio estaba dándome la solución. Solo debía llamar al 147, explicar la situación, y ellos enviarían un inspector que determinaría (al fin!) quien es el responsable de la limpieza. Y en caso de que fuese el municipio, se harían cargo de la tarea inmediatamente.
Mi primer llamado fue el 5 de abril de este año. Luego de explicar la situación, una amable operadora me indicó que enviarían un inspector para ver el tema, tal cual lo explicaba la publicidad. Me dio un número de reclamo: el 381139. Y me relajé. Todo estaba ahora encausado.
Cuando transcurrió un mes, el 6 de mayo, y viendo que nada sucedía, decidí llamar nuevamente. Luego de explicar todo de nuevo, y ante la sorpresa de la operadora que me dijo que era muy raro que no estuviese solucionado luego de tanto tiempo, me dieron un nuevo número de reclamo. Ahora el 383310 y me dijeron que me quedara tranquilo, que a veces estas cosas pasaban.
Por los números de reclamo, me di cuenta que durante un mes habían tenido casi 2200 reclamos. Por lo que comprendí que el retraso en el envío de un inspector para verificar la situación podía ser más o menos lógico. Además, nunca dejé de recordarme a mi mismo que, en esta ciudad de todos, yo era el último orejón del tarro, y que seguramente había problemas más urgentes para solucionar.
A la publicidad de la limpieza de frentes ahora se había sumado la de la prevención del dengue y el chiquinnosecuanto, así que mis esperanzas se vieron reforzadas. La municipalidad estaba poniendo especial atención a un problema que se ajustaba casi a la perfección a mi situación.
El 30 de mayo, no me aguanté y llamé de nuevo al 147 para saber en qué estado estaba mi reclamo. Me dieron un nuevo número: el 384959. Hice las cuentas y seguían con el promedio de 70 reclamos por día. Me dije, “pobre los 3000 que llamaron después que yo. Todo lo que van a tener que esperar si el municipio está abocado a darme solución primero a mí”.
Entusiasmado porque estaba convencido de que ahora yo estaba al tope de la pila, hoy volví a llamar al 147. Les pedí por favor que no me dieran un nuevo número de reclamo. Entonces la operadora, muy amable como en todas las oportunidades, me explicó cuál sería la mejor opción: “Señor, llame usted directamente a Servicios Publicos.”
Parece ser que ya no era necesario que viniese un inspector y que el municipio había asumido su responsabilidad en la limpieza. Una lástima que no me hubiesen propuesto esta solución antes, me hubiese ahorrado dos meses de espera.
Llame entonces al teléfono que me indicaron: el 428300. Alli me atendió Alejandra. Desconozco su apellido porque no me lo brindó. Luego de explicar una vez más toda la situación me dijo que lo mejor que podía hacer era llamar directamente al corralón municipal y que preguntara por Maira.
Inmediatamente llamé al número 426883. Pregunté por Maira pero me explicaron que no estaba, había salido. Me atendió Marcelo. Ya acostumbrado a que me dieran solo nombres de pila no me animé a preguntar “¿Qué Marcelo?”. Temí ser víctima de una broma.
Nuevamente expliqué la situación. Marcelo me dijo que lo mejor que podía hacer era apersonarme en el corralón municipal y hablar directamente con el subdirector del área Silvio Bertera. Me pareció demasiado.
Además, tengo temor de que Bertera me derive con Matías Dematei y este, a su vez, con el mismísimo Intendente Ustarroz. Vi que por estos días está ocupado repartiendo colchones personalmente y no querría importunarlo.
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