FALLECIO UNA DE LAS LEYENDAS DE LA MUSICA DISCO
Maurice, Robin y Barry Gibb en una fotografía tomada antes de un show, cuatro años atrás. Bee Gees, una marca registrada que perduró a lo largo de cuatro décadas
Con la muerte de Maurice Gibb, uno de los integrantes del legendario trío pop Bee Gees, se rompió ayer una postal inconfundible en la vida de al menos tres generaciones. Desde su aura folk y vocal en los “dorados” '60, pasando por la fiebre disco -un estilo que lo marcaría a fuego en el imaginario colectivo- y la música bailable entre los '70 y los '80, hasta llegar a las baladas clásicas y maduras de los años más recientes, el grupo de raíces británicas nacido en Australia construyó una trayectoria que combinó el suceso comercial con la calidad profesional, hasta llegar a ser una verdadera “marca registrada”.
El bajista, tecladista y ocasional cantante de los Bee Gees -bautizados a partir de la abreviatura de “Brothers Gibb"- no logró reponerse del infarto que había sufrido el miércoles pasado, después de ser internado en el centro médico Mount Sinai de Miami con fuertes dolores en el estómago. Murió ayer, acompañado por su esposa en los últimos 20 años, Yvonne, y sus dos hijos.
Junto con su hermano gemelo Robin, y el mayor Barry, Maurice Gibb -que había nacido en 1949, en la isla de Man- fue una de las mayores estrellas de la historia del pop. Quizás ningún otro grupo de los '60, '70, '80 ó '90 experimentó tantas alzas y bajas en su popularidad y atrajo a audiencias tan variadas.
Hijo de un director de banda y una cantante, Maurice Gibb integró desde muy chico varios grupos con sus hermanos. El bautismo como Bee Gees se produjo en 1958, en la ciudad australiana de Brisbane, a donde se había mudado la familia desde Inglaterra. Los Bee Gees hicieron luego el camino inverso: primero hacia las islas europeas y luego, en la cumbre de su éxito, se radicaron en el sur de los Estados Unidos.
Desde sus orígenes, con fuerte impronta beatlesca, de intérpretes como Buddy Holly o grupos vocales como los Mills Brothers, los Bee Gees evolucionaron hasta ser compositores y arregladores de sus propios temas, moldeando una idiosincracia sonora única y absorbiendo, a lo largo del tiempo, influencias de cada una de las tendencias musicales que nacieron y decayeron a su alrededor, permitiéndoles reinventarse en más de una oportunidad: pop vocal, psicodélico y progresivo, pop-rock, soft rock, country, disco, soul de Filadelfia.
La trayectoria de los Bee Gees tuvo como sello una extraordinaria capacidad compositora, atrapantes giros melódicos, junto a una sorprendente facilidad para enhebrar perfectas armonías vocales. Sus discos, especialmente en los '60 y '70, se caracterizaron por no incluir temas de “relleno”, y sí arreglos ricos en instrumentos eléctricos y orquestales.
Desde su primer LP, de 1965, hasta “This is where I came in”, editado en 2001, pasaron más de 35 discos, éxitos, fracasos, y ventas hipermillonarias que supieron marcar récords: pero el gran golpe -y la imagen de los Bee Gees, con sus trajes inmaculados, que quedará por siempre en el imaginario colectivo- lo dieron de la mano de la película “Saturday Night Fever”, protagonizada por John Travolta. Participaron con algunos temas, y la pegaron como pocos: tres número uno sólo en Estados Unidos, y la banda de sonido más vendida de la historia: 40 millones de ejemplares y 24 semanas al tope de las listas.
El éxito trajo consigo una etapa de excesos, a fines de los '70 y comienzos de los '80, que contribuyó a alejar a los Bee Gees del éxito masivo, junto a una saturación de la movida disco que generó la reacción de público, críticos y músicos -tanto que algunos discjockeys convocaron a quemas públicas y masivas de discos de los hermanos Gibb-. Entonces el trío “desapareció”, escribiendo y produciendo temas para Barbara Streisand, Diana Ross, Dionne Warwick, Kenny Rogers o Dolly Parton.
En ese momento, Maurice fue uno de los que salió al cruce de los detractores: “los que nos acusan de 'comerciales' no saben de lo que hablan. En nuestros discos hay música para bailar, pero desde siempre hay también baladas soul, y otras canciones hermosas que no tienen nada que ver con las discotecas”.
En 1988, la familia Gibb sufrió su primera gran tragedia. Andy, el “niño mimado” y rebelde, el hermano menor que nunca participó de los Bee Gees pero supo tener una exitosa carrera solista en la era disco, murió cinco días después de su cumpleaños número 30, poniendo punto final a una terrible decadencia causada por el abuso de drogas y alcohol.
Empezando de nuevo una vez más, en los '90 los hermanos produjeron tres álbumes y realizaron una gira mundial. Entraron al “Rock and Roll Hall of Fame” en 1997, ganaron siete Grammys, y su segundo disco en vivo, “One Night Only” de 1998, vendió más de un millón de copias en Estados Unidos. Su única presentación en Argentina, el 17 de octubre de ese año, llenó el estadio de Vélez.
Entre los discos más destacados de los Bee Gees pueden citarse “Bee Gees 1st” (1967), “Odessa” (1969), la banda de sonido de la película “Melody” (1971), “Main Course” (1975), “Saturday Night Fever” (1977), “E.S.P.” (1987), “One” (1989) y “One Night Only” (1998).
Siempre cantando en un particular falsete -que sus críticos llegaron a calificar como “el sonido de un rebaño de chivos histéricos"- la banda logró una enorme cantidad de hits: “Spicks and specks”, “Words”, “I've gotta get a message to you”, “How deep is your love”, “You win again”, “To love somebody”, “Nights on Broadway”, “New York mining disaster 1941”, “Massachusetts”, “I started a joke”, “How can you mend a broken heart?”, “You should be dancing”, “Stayin' alive”, “Night fever” y “Jive talkin'”, entre otros.
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