El giro del electorado y el impacto de la Boleta Única: ¿debe la provincia de Buenos Aires avanzar hacia un nuevo sistema?

El comportamiento electoral reciente dejó una señal nítida: el electorado bonaerense vota cada vez con menor anclaje partidario y con mayor decisión coyuntural. La Boleta Única de Papel, utilizada el 26 de octubre, funcionó como un catalizador de ese fenómeno al presentar todas las opciones en un único soporte, sin depender de fiscales, reposición de boletas ni logística territorial. El sistema redujo intermediaciones, simplificó la experiencia del votante y transparentó la competencia entre espacios.

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La comparación con la elección del 7 de septiembre, realizada con la vieja boleta partidaria, exhibe dos dinámicas distintas. En el esquema tradicional, la estructura pesa, la presencia en el cuarto oscuro incide y la elección tiende a favorecer a quienes tienen una red aceitada de fiscales, punteros y movilización. En cambio, la Boleta Única iguala el punto de partida, reduce la influencia de los aparatos y pone al elector frente a un menú claro, sin el ruido físico de las pilas de boletas.
Este cambio plantea una pregunta central para el futuro institucional bonaerense: ¿debería la provincia adoptar de manera definitiva la Boleta Única de Papel? Los argumentos a favor son concretos. Simplifica el proceso. Reduce costos. Minimiza conflictos por boletas robadas o mal repuestas. Facilita el voto informado y desalienta maniobras vinculadas a la manipulación del cuarto oscuro. Además, obliga a los partidos a competir por mensajes, propuestas y candidatos, no por territorio ocupado en las mesas.

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Quienes se muestran cautelosos suelen plantear que la Boleta Única puede debilitar a las fuerzas más pequeñas, acostumbradas a “colgar” su boleta en listas más grandes, o que el votante podría perder visibilidad de algunas categorías cuando hay muchas opciones. Sin embargo, esos desafíos no son insalvables: dependen del diseño, la pedagogía electoral y la calidad de la campaña pública previa.
Buenos Aires es la provincia con mayor peso electoral del país y, a la vez, la única de gran escala que se mantiene bajo un sistema más antiguo que el resto del mundo democrático. La experiencia reciente mostró que el electorado bonaerense no teme decidir, incluso en escenarios cambiantes, siempre que el instrumento de votación sea claro, visual y accesible.
La Boleta Única de Papel no garantiza resultados, pero sí garantiza un piso de transparencia, orden y equidad. El giro del electorado no es una anomalía: es una señal del tiempo político que vivimos. Lo que está en debate ya no es solo quién gana, sino bajo qué reglas vamos a votar los próximos años. La provincia tiene ahora la oportunidad de modernizar su sistema y alinearse con un modelo que el electorado demostró saber usar y comprender.

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