CLONACION Y DIGNIDAD HUMANA
Tan inquietante información fue proporcionada por Brigitte Boisselier, presidenta de la empresa biotecnológica Clonaid, quien comunicó públicamente que se ha logrado producir con éxito el nacimiento de la primera persona clonada -una niña llamada Eva- y que en las próximas semanas nacerán en distintos lugares de la Tierra otros cuatro niños generados por el mismo procedimiento. .
La veracidad de la noticia ha sido puesta en duda no sólo por los científicos y expertos internacionales de mayor prestigio sino también por otras organizaciones que tienen sus propios proyectos de clonación y piensan que la empresa Clonaid -vinculada con la secta de los ra‘lianos- no tiene la tecnología necesaria para realizar esa clase de experiencias. La secta de los ra‘lianos, fundada en 1975, sostiene que la vida humana fue creada hace 25.000 años por un puñado de extraterrestres que llegaron a la Tierra. Brigitte Boisselier, justamente, es obispo de ese singular grupo religioso. .
Más allá de la discusión acerca de si es verdad o no que se ha logrado provocar el nacimiento del primer niño clonado de la historia, es importante consignar que los sectores más caracterizados de la comunidad científica mundial han manifestado una vez más su firme oposición ética a cualquier experimento reproductivo de clonación humana y que idéntica actitud han asumido las principales autoridades políticas del mundo. El presidente George Bush se mostró consternado por el anuncio y pidió que el Congreso de los Estados Unidos se apresure a aprobar una legislación que prohíba estas prácticas “moralmente reprobables”. El presidente Jacques Chirac calificó de “acto criminal” a la clonación humana e hizo también un llamamiento para que se formalice en todo el mundo la prohibición legal de esa clase de experiencias. .
También el director de la Unesco, Koichiro Matsuura, y el secretario general del Consejo de Europa, Walter Schwimmer, condenaron enérgicamente toda tentativa de clonación humana e instaron a los países a ratificar el protocolo que prohíbe esas prácticas, en vigor desde marzo de 2001 y sólo ratificado hasta ahora por doce Estados. Expertos del Vaticano, por su parte, definieron a la clonación humana como “una bomba atómica biológica de cuyos riesgos la humanidad debe defenderse”. Algunos teólogos condenaron duramente en estos días el “delirio de omnipotencia” y el “narcisismo delirante” de aquellas personas que desean clonarse. .
Como lo señalamos ya en otras oportunidades desde esta columna editorial, la clonación de personas con fines reproductivos resulta éticamente inaceptable, en cuanto alienta la manipulación de la vida humana al margen de todo respeto por su esencial dignidad y por su derecho a la individualidad genética. En cuanto a la clonación con fines terapéuticos, defendida por algunos sectores, debe también desecharse por razones morales, en cuanto legitimaría la creación de seres humanos de segunda clase, subordinados a los intereses vitales de otros seres humanos. No es concebible que unas personas sean generadas para servir al arbitrio o a la conveniencia de otras de rango supuestamente superior. Todo ser humano tiene el derecho de ser concebido con su individualidad genética y no según un criterio de sometimiento a otros seres humanos. La vida humana no puede ser manipulada en función de potenciales bancos de órganos o de meros intereses comerciales. .
Por lo demás, existen serias y fundadas dudas sobre las expectativas reales de vida de una persona clonada. El genetista ruso Yevgueni Sverdlov afirmó recientemente que la supuesta niña clonada “será probablemente una anciana a los 30 años” y advirtió que “su vida podría ser una pesadilla”. En general, expertos y científicos creen que un ser humano clonado enfrentaría condiciones de vida completamente inciertas. .
Es doloroso que los sueños de omnipotencia del siniestro doctor Mengele, alentados por Hitler en el siglo XX, reaparezcan bajo nuevas y equívocas formas y encuentren un lugar en las mentes y en las almas del siglo XXI. .
Los hombres y los pueblos de esta época de confusión y desconcierto tienen el deber de preservar el legado moral de las civilizaciones, amenazado por los desbordes irracionales de un progreso tecnológico deshumanizado, vaciado de contenido espiritual y, en última instancia, destructor de la dignidad de los individuos, el único valor que otorga sentido y grandeza a la existencia humana. .
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El mundo científico ha recibido con incredulidad -y también con una actitud generalizada de rechazo moral- el anuncio, formulado en Miami, de que en los últimos días de diciembre habría nacido “en algún lugar del planeta” el primer ser humano clonado. .
Tan inquietante información fue proporcionada por Brigitte Boisselier, presidenta de la empresa biotecnológica Clonaid, quien comunicó públicamente que se ha logrado producir con éxito el nacimiento de la primera persona clonada -una niña llamada Eva- y que en las próximas semanas nacerán en distintos lugares de la Tierra otros cuatro niños generados por el mismo procedimiento. .
La veracidad de la noticia ha sido puesta en duda no sólo por los científicos y expertos internacionales de mayor prestigio sino también por otras organizaciones que tienen sus propios proyectos de clonación y piensan que la empresa Clonaid -vinculada con la secta de los ra‘lianos- no tiene la tecnología necesaria para realizar esa clase de experiencias. La secta de los ra‘lianos, fundada en 1975, sostiene que la vida humana fue creada hace 25.000 años por un puñado de extraterrestres que llegaron a la Tierra. Brigitte Boisselier, justamente, es obispo de ese singular grupo religioso. .
Más allá de la discusión acerca de si es verdad o no que se ha logrado provocar el nacimiento del primer niño clonado de la historia, es importante consignar que los sectores más caracterizados de la comunidad científica mundial han manifestado una vez más su firme oposición ética a cualquier experimento reproductivo de clonación humana y que idéntica actitud han asumido las principales autoridades políticas del mundo. El presidente George Bush se mostró consternado por el anuncio y pidió que el Congreso de los Estados Unidos se apresure a aprobar una legislación que prohíba estas prácticas “moralmente reprobables”. El presidente Jacques Chirac calificó de “acto criminal” a la clonación humana e hizo también un llamamiento para que se formalice en todo el mundo la prohibición legal de esa clase de experiencias. .
También el director de la Unesco, Koichiro Matsuura, y el secretario general del Consejo de Europa, Walter Schwimmer, condenaron enérgicamente toda tentativa de clonación humana e instaron a los países a ratificar el protocolo que prohíbe esas prácticas, en vigor desde marzo de 2001 y sólo ratificado hasta ahora por doce Estados. Expertos del Vaticano, por su parte, definieron a la clonación humana como “una bomba atómica biológica de cuyos riesgos la humanidad debe defenderse”. Algunos teólogos condenaron duramente en estos días el “delirio de omnipotencia” y el “narcisismo delirante” de aquellas personas que desean clonarse. .
Como lo señalamos ya en otras oportunidades desde esta columna editorial, la clonación de personas con fines reproductivos resulta éticamente inaceptable, en cuanto alienta la manipulación de la vida humana al margen de todo respeto por su esencial dignidad y por su derecho a la individualidad genética. En cuanto a la clonación con fines terapéuticos, defendida por algunos sectores, debe también desecharse por razones morales, en cuanto legitimaría la creación de seres humanos de segunda clase, subordinados a los intereses vitales de otro
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