a 30 años del nefasto golpe militar de 1976
Que los entonces Teniente General Videla, Brigadier Agosti, Almirante Massera, sus subordinados y sus cómplices inauguraron la dictadura del ’76 y el terrorismo de Estado en nuestra Patria con objetivos precisos: imponer un modelo concentrador de la riqueza en pocas manos y erradicar la solidaridad del tejido social aniquilando cualquier oposición. Lamentablemente, ese proceso de quiebre económico y social subsiste en el individualismo, la desocupación, la pobreza y la inequidad que nuestra democracia todavía no ha podido resolver.
Que el régimen militar no hubiese podido sostenerse sin la complicidad de los sectores que aún hoy manipulan o gerencian el poder económico; sin el doble discurso de casi toda la dirigencia política de ese tiempo y sin el silencio de una buena parte de los sectores medios de aquella sociedad. Hoy, hay complicidades que permanecen; la democracia no ha conseguido desterrar el doble discurso de la política y, aunque muchos lucharon contra la hipocrecía, todavía hay quienes siguen sosteniendo que ‘conviene callar’.
Que los grupos de tareas bajo mando militar operaban según un método planificado de ‘liberación de jurisdicciones’ para el secuestro y sus secuelas de reclusión en centro clandestino, tortura, apropiación de persona, sustitución de identidad, asesinato, desaparición, saqueo, privación ilegítima de la libertad, exilio forzado, libertad vigilada bajo amenaza y persecusión política y social. No menos de 75 mercedimos han sido víctimas directas que, en casi todos los casos, han padecido por los menos 3 de estos graves delitos contra una misma persona. En todo el país son muchos los sobrevivientes que han dado testimonio coincidente de estas situaciones.
Que esa ‘metodología del terror’ a cargo de militares y fuerzas de seguridad ha sido probada y comprobada en estrado judicial como método operativo habitual de las FFAA de la dictadura. En Mercedes (Área de Seguridad del R6) se produjeron no menos de 8 secuestros pero, todavía hoy, algunos de sus ejecutores conviven entre nosotros abonando un silencio mercenario que desprecia la Verdad y la Vida.
Que la soberbia impune y el objetivo de disciplinar por el terror al resto de la sociedad ‘exigieron’ al represor la presencia de testigos y sobrevivientes que ‘filtraran’ anonimamente lo sucedido, para generar los rumores del miedo. Pero no pudieron prever la valentía de los muchos que produjeron denuncias formales a riesgo de su propia vida, ni la firme decisión de los que comenzaron a reunirse para constituir o fortalecer lo que ahora conocemos como ‘organismos de DDHH’. Esa cadena de testigos que superaron el miedo ha permitido, por ejemplo, la restitución por Abuelas de los tres hijos de familia mercedina cuya identidad había sido sustituída por sus apropiadores.
Que la presencia valiente, y tan solitaria en el principio, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo sacó a la luz las peores atrocidades del régimen casi en el momento en que eran cometidas a pesar de que, en su buena fé, padecieran en carne propia la maldad esencial de Alfredo Astíz. Sin la presencia permanente de Madres y Abuelas exigiendo Verdad y Justicia, nuestra memoria padecería de dificultades insalvables para comprender gran parte de lo sucedido durante la última dictadura militar.
Que la lucha inclaudicable de todos los organismos de DDHH y el doloroso testimonio de sobrevivientes, familiares, exiliados y ex-detenidos por razones políticas han sido las herramientas que fijaron el rumbo hacia la Verdad y permitieron que el mundo supiera lo que aquí ocurría. Esta paciente tarea de registro testimonial documentó la información con la que los Organismos de DDHH abrirían instancias diplomáticas y jurídicas en el plano internacional. Entre nosotros son unos cuantos los que facilitaron el tránsito por este camino, desde la solidaridad, la denuncia y el testimonio personales.
Que fué buscando salida a la debilidad ético-política, jurídica y social en que devino por su propia omnipotencia, que la dictadura impulsó esa absurda decisión de la Guerra por Malvinas. El incalificable desastre agravado por la inepcia de los mandos agregó flagrantes heridas a la sociedad, y la derrota condenó a los militares al abandono del poder usurpado. En nuestros propios hijos, hermanos, amigos y vecinos, los mercedinos sabemos del dolor por los caídos y del vacío de justicia para con nuestros veteranos de guerra que los sucesivos gobiernos todavía no supieron resolver.
Que restituída la democracia, la enorme cantidad de información aportada a través de los los Organismos de DDHH facilitó la decisión del Estado democrático de iniciar el histórico Juicio a las Juntas. El gobierno optó por la constitución de la Conadep y la ejecución del Juicio como recursos de afirmación de un nuevo Estado que, a pesar de la ‘teoría de los dos demonios’ que sustentaban algunos sectores en el gobierno, inicia un proceso inédito en América Latina. Este Juicio a las Juntas probó, o inició el proceso de prueba para todo lo que se venía diciendo sobre el terrorismo de Estado, y comenzó a condenar a sus ejecutores. Pero tambien puso en evidencia la falta de consistencia de cualquier opción posibilista en este tema, y abrió el camino para la reacción carapintada cuyos conatos de golpe creímos conjurar cuando nos convocamos a la Plaza San Martín y a las puertas del Regimiento 6 en aquella Pascua de 1987.
Que cuando el gobierno democrático cede ante la corporación militar y sus aliados se sancionan las Leyes de ‘punto final’ y ‘obediencia debida’, contra la exigencia de ‘Juicio y Castigo a Todos los Culpables’ sostenida por la totalidad de los organismos de DDHH, algunos sectores políticos y muchas organizaciones sociales. Estas leyes proveyeron de una cobertura de impunidad a los represores y obstaculizaron el conocimiento de la verdad: muchos victimarios fueron desprocesados y se cerró la vía de continuación de los juicios y de iniciación de otros nuevos que surgirían de los datos confirmados judicialmente como prueba. Esta ‘exculpación’ de los subordinados (frecuentemente tan feroces como sus mandos) y la indiferencia social permitió entre otras cosas que, todavía hoy, en Mercedes y otras localidades del país, muchos represores y cómplices compartan la misma calle con los vecinos y todos juguemos a creer que tienen la misma dignidad.
Que durante el resto de los 80, los Organismos de DDHH mantuvieron paciente y pacíficamente su reclamo de Justicia, y continuaron acreditando la Verdad que pugnó por instalarse como pilar de la Memoria. Sin embargo, la estrategia de impunidad fué consolidándose hasta su consagración, en los 89-90, con los indultos presidenciales. Entonces, ‘Si no hay condena, hay escrache’ comenzó a ser la bandera de los H.I.J.O.S, mientras la Verdad se concretaba como Memoria y se difundía en cada rincón del país. Con tal propósito se constituye, aquí, la Asociación de Familiares y Amigos, y lo sucedido durante el terrorismo de Estado comienza a aparecer de diferentes maneras en el espacio público de Mercedes.
Que la perseverancia dió sus frutos a pesar de la indiferencia del Estado: el enjuiciamiento de represores en los estrados judiciales de otras naciones; la localización precisa de una gran cantidad de Centros Clandestinos de Detención; la restitución de nietos apropiados, la consolidación de la bandera ‘Memoria, Verdad y Justicia’ y las tareas de identificación producidas por el Equipo Argentino de Antropología Forense, mostraron que la memoria se construye y la verdad se constituye cuando se la busca, en un proceso que ninguna ley puede detener. Desde entonces, la Verdad y la Memoria comenzaron a adquirir materialidad en nuevas referencias de DDHH instaladas en el espacio público de nuestra ciudad.
Sigue las noticias de MercedesYA en Whatsapp