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“El hilo blanco”. Por Carlos Milhomme

“Julio de 2022, ya mas de 25 años de Farmacéutico, pero allá no muy lejos, en esa maravillosa infancia ir a lo de Don Ramírez, casi una vez al mes para curarme de los 'Parásitos', era imprescindible para mi vida”.

Por Equipo de Redacción MercedesYA
“El hilo blanco”. Por Carlos Milhomme

Por Carlos Milhomme

Julio de 2022, ya mas de 25 años de Farmacéutico, pero allá no muy lejos, en esa maravillosa infancia ir a lo de Don Ramírez, casi una vez al mes para curarme de los “Parásitos”, era imprescindible para mi vida.

Mi Vieja me veía flaco, por ende enfermo y por su deducción, casi seguro tenía “Parásitos” o en su decir “Lombrices” (de este tipo las única que yo conocía eran las que salían de la tierra al jugar en el patio de mi casa de la calle 12…), a ver si queda claro, estar sano, era estar “gordito”, como me lo decía dulce pero enérgicamente mi querida Madre.

Envuelto en un silencio absoluto, subíamos a un entrepiso, sentados frente a una vieja mesa de madera alumbrada solamente por una pequeña lámpara, casi de manera mágica, el Señor tomaba un hilo de coser blanco, un vaso con agua casi hasta el tope, sobre la cual con total precisión iba cortando trozos de ese hilo con una pequeña pero muy afilada tijera, al cabo de un breve tiempo, no más de lo que le llevaba cortar una media docena de trozos, los gestos lo decían todo…, Mamá tenía razón!!!, eran “Parásitos”, Ya no había dudas!!!

Nunca los pude ver, para mi eran solo trozos de hilo blanco que se movían zigzagueantes porque Don Ramírez con la punta de la tijera, hacía girar el agua. Siempre supuse que el “diagnóstico” dependía si los trozos de hilo flotaban o se iban al fondo del vaso, pero con el correr de las visitas también me di cuenta, que había una explicación si flotaban y otra para cuando se hundían y cualquiera fuera la suerte de esos trozos, el silencio, las miradas y la necesidad de encontrar una respuesta a mi delgadez, transformaban ese momento en un verdadero “Acto Médico”.

Con voz tenue como para no interrumpir, escuchaba a mi Madre susurrarme al oído, “viste, te dije, estás lleno de “Parásitos” menos mal que vinimos…”

Volvíamos presurosos hacia casa y en mi mente un pensamiento se hacía cada vez más fuerte, no habría posibilidad de evitar el Té de Ruda, que obviamente había sido “prescripto” por Don Ramírez.

El resultado de estas visitas demostraba que era imposible no tener en casa esta verdadera herramienta de defensa contra muchos males, como los reconocidos “Parásitos”, la Envidia, la Mala Suerte, y que a su vez nos permitiría Conservar la Pareja”, “Tener Dinero”, en fin, obtener casi una absoluta protección, estoy hablando de las Plantas de Ruda. Y digo “las” plantas, porque mejor era tener una planta “macho” y una “hembra”.

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Cabe acotar que años mas tardes, terrible fue tener que estudiar que la Ruda es hermafrodita, tiene los órganos masculinos y femeninos al mismo tiempo, es decir se las arregla “solita”. No existe una planta de ruda hembra y otra macho.-
Lo que si existen son dos especies distintas, una más pequeña y florida, señalada como “hembra” y otra especie más alta con hojas más grandes, que sería reconocida como la ruda “macho”. La “hembra” debía estar siempre del lado derecho del jardín o del hogar y la “macho”, plantarla del lado izquierdo.

Y Cuidadito con que se secaran, y más aún, si era como resultado de un pelotazo con aquellas pelotas de goma a rayas entre marrones claras y oscuras (la “pulpito”), con las que solo se jugaba a la cabeceada, en la clásica galería de mi humilde Casa. Si la Ruda se secaba, era casi una premonición trágica para el futuro de la Familia.

A esa altura, haciendo un ejercicio que se me había hecho costumbre, adquirí la capacidad de tomar ese Té sin sentirle el gusto, que por otro lado, era verdaderamente espantoso.

En un par de días finalmente se verían los resultados y era un clásico escuchar a Mamá diciendo…”Viste, menos mal que fuimos, mira como estás mas rellenito”…

Yo la verdad me veía igual, pero la palabra de Mamá, era como en todos los casos, “Palabra Santa”, no se discutía, menos se contradecía, es más, se compartía casi en la mayoría de los casos.

Al fin y al cabo, era tanta la convicción que uno sentía en la palabra de sus Padres, que realmente te veías mejor y eso resultaba ser lo mas importante, todos contentos… menos mis pobres “Parásitos”.

Hoy puedo reconocer que tuve una infancia maravillosa, divertida, simple, con mensajes claros, que nos hacían vivir esas convicciones que con el paso del tiempo, se transformaban en valores, tales como Creer, estar Seguros, Confiar, Respetar.
Pero lo más profundo de estas cosas tan simples, era que nos familiarizaba con esos valores y así pasaban a formar parte de nuestra forma de Vida.

Muchísimas vivencias que nos iban haciendo fuertes, parece contradictorio, pero con lo que puedo vivir en la actualidad con mis Hijos, reafirmo que esas vivencias nos hacían fuertes, porque indefectiblemente siempre terminábamos Creyendo, Confiando, Respetando…, cuestiones que hoy en día, muchas veces, pasan a un segundo plano y se hacen casi imposibles de practicar.

Como ejercicio, me gustaría preguntarte si hoy tenes plantas de ruda en tu casa, si tenes aquellas pelotas de goma, si jugas a la cabeceada, si te quedó galería en tu casa sin cerrar con algún revestimiento para conseguir un ambiente mas y por sobre todas las cosas, si pensas que tus hijos sienten tus palabras como “palabra santa”...

Finalmente quiero compartir con vos, que el “Libro de Vida” que me dejaron mis Padres, hoy me sirve para regocijarme en los recuerdos, para reafirmar mis valores y para poder contarte Historias Reales de una Infancia muy, pero muy Feliz.

Que tengan un día maravilloso!!

Carlos Milhomme

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